25.- La Sala Donde No Se Habla.
Salazar se dejó caer con un gruñido al borde de la cama, el cuerpo resentido por los golpes de la pelea. Olivia cerró la puerta tras de sí, cruzándose de brazos. La tensión entre ellos parecía empujar el aire hacia los bordes de la celda.
—Vas a necesitar curarte —dijo, sin acercarse—. Hay vendas y desinfectante.
—Sí —respondió él, mirándola de reojo—. Pero prefiero que lo hagas tú.
Ella bufó, pero no discutió. Caminó hasta el botiquín y comenzó a preparar los materiales. Se agachó frente a él, sin mirarlo directamente, mientras mojaba un algodón con desinfectante.
—No te emociones. Solo estoy haciendo esto porque no quiero que se te infecten los moretones. —aclaró.
—Lo sé, lo sé… mi celda glamorosa, mis heridas tratadas, pero nada de premio —murmuró él con una sonrisa torcida—. ¿Ni un beso de buenas noches?
Olivia levantó los ojos con una expresión impaciente.
—Ni lo sueñes, Salazar.
Él rió, una risa baja y áspera que le hizo cosquillas en la piel.
—Vale… pero ¿compartimos la cama? ¿