BRENIN
Un mes después.
La brisa agita suavemente mi cabello, se puede escuchar a los pájaros comunicarse entre ellos con sus cantos, los grillos igualándolos en el pasto que nos rodea y mis sentidos totalmente alertas como sucede cada vez que la tengo a ella cerca.
Aurora.
Tan pequeña, tan frágil, tan llena de vida. Sentada en el medio de una manta junto a su madre en medio de nuestro jardín trasero rodeadas de los juguetes de ella. Con los rayos del sol reflectando en sus cabezas rojizas y sus sonrisas.
Jamás pensé que podría llegar a ver a Isabella tan feliz, ya que cuando llego a la manada de Fabian todo en ella irradiaba tristeza. Sabía que se sentía sola y perdida, que necesitaba un empujón para lanzarle a vivir la vida. Aún recuerdo las noches que la escuchaba llorar, murmurar el nombre de Christopher en sueños, pero poco a poco comenzó a brillar y descubrirse a ella misma lejos de todos los prejuicios y miedos inculcados en su mente.
Aún recuerdo cuando la diosa luna apareció