AURORA
Matías abre la puerta de la camioneta en la que vinimos y me bajo con una sonrisa en el rostro.
–Gracias –respondo mientras él me da una asentimiento de cabeza–. No estaremos mucho tiempo, solo quería venir a saludar.
–No se preocupe, estaremos el tiempo que ud quiera –responde Dominic bajándose del lado del copiloto.
–Gracias…–caminé hacia la entrada–. Tomen o coman algo si quieren, no me hago dramas.
Ambos asintieron, pero no dijeron nada más.
Matías abrió la puerta de madera haciéndose a un lado y entré en el ruidoso ambiente, donde las risas y hablaudrías llegaron a mis oídos haciéndome sonreír ligeramente al impregnarme con la buena energía que ciruclaba por el lugar.
No me costó encontrar a mi grupo de amigos, que parloteaban y reian en una de las esquinas del bar en una de las mesas redondas.
Caminé hacia ellos con una sonrisa formándose en mi rostro cuando Francisco me divisó y se colocó de pie con los brazos abiertos.
–¡Sí viniste! –gritó en mi oído haciéndome reír–.