Hay una punzada de dolor cuando me golpea increíblemente más fuerte. Mis dedos se aferran a la alfombra de nuevo, pero esta vez por placer, esta vez por la liberación de la tensión, por el calor que se extiende por todo mí, por la dicha que me ha invadido. Gime sobre mí, me penetra cada vez más rápido, hasta que un suspiro pesado y profundo lo abandona. Ojalá pudiera verlo ahora, ver esa satisfacción, ese placer cruzar su rostro, para ver si sus ojos están cerrados o no en este momento. Experimentar esa emoción cuando sus ojos se encuentran con los míos.
No tengo más remedio que conformarme con que él casi caiga sobre mí, con su peso en mi espalda, moviendo su polla dentro de mí y haciéndome gemir una vez más. Su dedo todavía está en mi clítoris, pero quieto. Su otra mano todavía está en mi garganta, pero el agarre es menos fuerte. Y ninguno de nosotros se mueve. Estoy tratando de recuperar el aliento, tratando de recuperarme de todo esto y disfrutando de sentirlo encima de mí. Pero f