Olivia ya estaba lista para convertir sus pensamientos en realidad, cuando escuchó a Luciana decir:

—Ni se te ocurra dejarte caer por las escaleras, porque por nada del mundo voy a permitir que eso suceda.

Y mientras hablaba, le sostuvo el brazo con más fuerza, evitando cualquier intento de caída.

—Y añadió en voz baja: —Además, no creo que te crean tan fácilmente… porque todos nos están observando.

Olivia giró la cabeza para comprobarlo y, en efecto, todas las miradas estaban puestas en cómo ambas subían lentamente la escalera. Maldijo por dentro, frustrada. Pero en medio de esa maldición interna, se preguntó cómo era posible que Luciana le hubiera adivinado los pensamientos. ¿Acaso ahora tenía el don de leer la mente?

De inmediato se reprendió a sí misma. No, eso solo pasaba en las historias de fantasía de la televisión. Sin embargo, no pudo quedarse con la duda y preguntó:

—¿Cómo sabías lo que estaba pensando hacer?

—Muy fácil —le respondió Luciana con una leve sonrisa en los labio