Capítulo 47. Gato encerrado
Maximiliano estaba un poco preocupado por la salud de su esposa, pues se habían tomado casi seis botellas de vodka, y por la marca sabía que ese licor en particular tenía un grado bastante alto de alcohol.
Pensando en eso, de inmediato le dijo: —Será mejor que te lleve al hospital ahora mismo, para que te hagan un lavado de estómago—, y la tomó en brazos para llevársela.
Sin embargo, Luciana protestó y lo obligó a bajarla, convencida de que su esposo estaba exagerando. Además, no podía evitar preguntarse desde cuándo ese hombre se preocupaba tanto por ella.
Por ese motivo, después de que Max la dejó en el suelo, le dijo con frialdad, mientras señalaba la salida con la mano: —Si ya dijiste lo que querías, te puedes ir por donde viniste.
Maximiliano, al ver que su esposa no quería hablar más con él, le dijo:
—Por favor, no me eches, al menos no hasta que escuches lo que tengo que decir. Sé que cometí muchos errores, y del que más me arrepiento es de no haberte contado lo que estaba pasa