Alexia, después de hablar con Maximiliano, fue a ver a Matías y esta vez aceptó casarse con él.

Matías no podía creer lo que escuchaba y estaba tan feliz que, de inmediato, le preguntó si podían casarse allí mismo, pues no quería darle oportunidad de arrepentirse y deseaba regresar ya como su esposo.

Alexia, sorprendida por sus palabras, pensó en sus padres y le respondió casi de inmediato:

—No podemos casarnos ahora, ya que mis padres nunca me lo perdonarían… además, ¿de dónde vamos a sacar un sacerdote?

—No te preocupes por nada —contestó Matías. Solo dime que sí, y yo haré que tu vestido, tus padres y el sacerdote estén aquí mañana mismo, el cual sería el día de nuestra unión.

Alexia, al pensar que sus padres la acompañarían en ese momento tan importante para ella, terminó por decir:

—Está bien.

Matías la besó con emoción y salió corriendo en busca de Maximiliano para que lo ayudara con los preparativos, pues estaba seguro de que, si su hermano quería, lograría incluso traer al mis