Observada y defendida

Narrador Omnisciente

Anastasia se acostó con el cuerpo caliente, quería dormirse, pero el sueño no la vencía porque al cerrar los ojos lo que llegaba a su mente eran las imágenes del ardiente beso que le propinó su marido. Sus mejillas volvían a enrojecerse y una sensación extraña se arremolinaba en su estómago.

Respiró profundo y comenzó a contar ovejitas; su padre le decía que eso era infalible para caer rendido ante Morfeo. Pero ella ya iba por la 680 y nada de querer dormirse. Luego de una hora que le pareció eterna, al fin sus ojos comenzaban a pesar, se dispuso a dejarse arrastrar por esa sensación, cuando un ruido la espabiló.

Se quedó quietecita e intentó que su respiración sonara lo más acompasada posible. La sombra de un cuerpo inmenso la hizo estremecer; sabía que era Philips quien había ingresado por la puerta secreta y eso la emocionó. Lamentablemente los murmullos que sintió la devolvieron a su cruda realidad.

—¿Por qué serás tan embustera? Si fueses como las demás mujer
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