1.
✘ Este capítulo contiene escenas sensibles. ✘ DAMEN. 2010. Entré cubierto de sangre. Los gritos de mi esposa se oían desde fuera, y cuando entré la vi en el suelo desnuda. Mi casa había sido invadida por los hombres de Luca, mientras yo intentaba matarlo. Me acerqué con el corazón en la garganta y todo mi cuerpo tembló al ver el daño que le habían hecho a la mujer que amaba. La habían violado. Ni siquiera me permitía tocarla. Su llanto era desgarrador, pero se detuvo a señalar la escalera que conducía a la habitación de nuestro hijo de dos años. — Ve. —Suplica. No quería dejarla. Maldita sea todo había sido mi culpa. Debí protegerlos pero no llegué a tiempo. Subí corriendo. En lo único que pensaba, era qué mi hijo podría estar muerto, pero cuando llegué, él no estaba. Todo estaba revuelto, y Theo no estaba. Bajé deprisa, casi sin pisar la escalera, pero cuando llegué abajo encontré una sorpresa; los hombres que habían entrado aún seguían aquí, disfrutando de lo que habían hecho, admirando lo que habían hecho con mi esposa mientras se burlaban de ella. Al verme uno de ellos inmediatamente sacó la pistola, y me apuntó. Los otros dos se miraron. — ¿Te das cuenta de qué no eres nada sin el jefe? Ahora mismo tu vida es insignificante. —Dijo uno de ellos. Para ser exactos el chico con el que Luca me crió, alguien a quien consideré por mucho tiempo un hermano. Caminé hacia ellos y Robert apuntó a Dulce, mi mujer. Ella ni siquiera mostraba miedo, en sus ojos vi el deseo de morir. No quería seguir viviendo, lo único que deseaba era que nuestro hijo estuviera a salvo. Dulce siempre me advirtió. Siempre me dijo que para Luca yo solamente era un arma que él había creado a su imagen, que ni siquiera le importaba. Tristemente me di cuenta de la verdad cuando era demasiado tarde. Dejé la pistola a un lado. Por primera vez en toda mi vida no me protegí. — Déjala con vida y dime dónde esta mi hijo. — ¿Por qué lo has hecho? ¿Ha merecido la pena, Damen? Dime. —Preguntó Robert—. Has querido jugar con fuego y has quemado a tu propia familia. Tragué saliva. Dulce me miraba con los ojos llenos de lágrimas. Mereció la pena huir. Mereció la pena intentar escapar de él. — ¿Puedes imaginarte lo qué me ha costado hacer esto? —Su hipocresía me daba rabia. Deseaba matarlo, lanzarme sobre él y romperle el cuello. El más joven, Stefan, era el que menos sentimientos mostraba. Disfrutaba de lo que hacía y solo me bastó eso para darme cuenta de que había sido él quién abusó de mi mujer. Él siempre la deseó. Desde que Dulce llegó, la miraba e intentaba hablar con ella pero nunca aceptó. — Estas muerto. —Le dije. — Tú estás muerto. —Contestó—. Pero antes. . . —Disparó. Mi corazón se detuvo. Nunca más ha vuelto a vivir después de ese día. Stefan acababa de disparar a Dulce en la cabeza. Nadie esperaba esa acción por su parte, pero todos se dieron cuenta de qué a su corta edad era muy peligroso, y que había cometido un grave error. Me abalancé sobre él. Lo golpeé con rabia y con toda la intención de matarlo con mis propias manos. Trató de defenderse con una navaja y lo herí con la misma; introduciéndosela en el ojo derecho, no una, si no varias veces. Giré la cabeza, Robert me apuntaba con la pistola y su títere también lo hacía. Me levanté, aún con la navaja en mi mano cubierta de sangre. Él disparó, lo hizo como tres veces hasta que no pude seguir en pie. Sabía que era la única manera de evitar su muerte, porque jamás lo hubiera dejado con vida después de lo que provocó. — Pudiste convertirte en el jefe ¿Sabes? —Me quitó la navaja. — Pero te enamoraste de una zorra. Me desmayé por la pérdida de sangre, y cuando desperté estaba en un hospital, custodiado por policías y con detectives haciéndome mil preguntas. — Damen, al fin despiertas. — No voy a quedarme aquí. —Traté de levantarme. — No saldrás del hospital. —Explicó el detective—. Irás a prisión de inmediato cuando estes recuperado. — Déjenme. — Eres un asesino, Damen. Observé mis manos. Aún contenían restos de sangre. — Mi esposa. — La mataste. —Contestó con frialdad. — La violaste y la mataste. — Eso no es cierto. — Si es cierto. —Su mirada se volvió cruel— Eres el culpable y no mencionarás ningún otro nombre, nunca. — Dile a tu maldito jefe, que lo mataré. —Dije con rabia, agarrándole del cuello. — ¿Dónde esta mi hijo? — ¿Hijo? —Se apartó— Damen, usted no tiene ningún hijo. Usted ni siquiera tenía esposa, la señorita Dulce era la esposa de Luca Novak y el hijo de que hablas ni siquiera existe. Se levantó. En ese momento lo juré. Nadie escaparía de mi venganza. ~~~~ LILIT. 2022. — ¡Lilit! Dime que esta todo listo, por favor. —Entra mamá en la cocina desesperada.— Si tu padre se entera de que no tenemos nada preparado se enfadará. — Si mamá. Madrugué, todo esta listo. — Buenos días. —Saluda Stefan. — Lilit, el señor Luca quiere verte. Mamá me observa confusa. Ella no sabe nada sobre mi nueva amistad con el señor, y creo que no le gusta en absoluto. — ¿Para qué? —Pregunta, molestando bastante a Stefan. — Mamá, son simples detalles de los preparativos. Ya sabes que muy pronto el señor Luca se casará. — Iré yo. —Dice secándose las manos. — Puede hablar cualquier cosa conmigo. Stefan niega con la cabeza. A veces llego a pensar que mataría a todos de no ser porque Luca es el que debe dar la orden. La verdad me gustaría conocer la historia de como sobrevivió, debe ser horrible vivir con un solo ojo y sin movilidad en gran parte de su cuerpo. Claro qué, por respeto no haré ninguna pregunta inapropiada. — Vamos, no tengo todo el día. —Agarra mi brazo y tira de mi. — Puedo ir perfectamente sin necesidad de que me sujetes. —Lo aparto—. Mamá volveré en unos minutos. Ella no esta de acuerdo, pero nadie puede oponerse a las ordenes de Luca. Mientras camino detrás de Stefan, me cruzo con Mario, el anciano que por muchos años fue la mano derecha del padre de Luca. Después del encontronazo del otro día y de su pequeño brote de locura, no hemos vuelto a cruzar palabra. Aún sigo pensando en lo que se referirá con ese chico al que apodó la sombra. Aseguró que volvería y nos mataría a todos sin piedad. — Lilit, pasa. —Me dice Luca y se sienta en su enorme sillón. — Te preguntarás la razón por la que te he llamado. — Supongo que me has llamado porque quieres que acompañe a tu futura esposa. Ríe. — De eso debemos hablar. No es un secreto que nadie conoce a mi futura esposa ¿Verdad? Que aún no he revelado su nombre. — Si. — Aseguré que en la cena de esta noche la presentaría y ordené respeto absoluto hacia ella. — Claro, no tiene porqué dudar. Niega con la cabeza, se levanta y vuelve a sentarse pero en el asiento de mi izquierda. Con la mano empieza a tocarme el pelo y me sonríe, eso me hace sentir mucha incomodidad. — ¿Qué se le ofrece? —Pregunto apartándome—. Tengo que terminar muchas cosas señor. — No. Tú no debes terminar nada. — Se equivo. . . —Toca mis labios—. Señor, no es apropiado. — Trato de levantarme pero agarra mi muñeca. — Quiero que conozcas a mi futura esposa. — Dime dónde estás e iré a conocerla. —Sonríe. Saca un espejo y lo pone frente a mí, para reflejarme en el. — Te la presento. Lo empujo, lanzo el espejo al suelo y trato de llegar hasta la puerta. — Creo que hay un malentendido. En ningún momento le he hecho creer que tenía algún tipo de interés en usted. Le estoy agradecida por el trabajo y por la ayuda que le dio a mi familia, pero no se confunda. Me aprieta la muñeca. — ¿Quién te dije qué deseo tu agradecimiento? Si aún estáis aquí es porqué hice un trato con tu padre cuando tenías doce años. El trato siempre consistió en casarme contigo cuando a mi me apeteciese, y quiero casarme contigo ahora. — Pues lo siento, tal vez debió hablarlo conmigo y no con mi padre. Él no es dueño de mis decisiones y mucho menos de mi vida. — ¡Lilit! —Exclama. — No te tomé como esposa porque consideré que eras muy joven y claro, quise ganarme tu total cariño para no obligarte a nada. — Que considerado. Encima de la mesa tiene una fotografía, nunca me había fijado pero es de una mujer hermosa. Creo que una de las mujeres más hermosas que he visto nunca. — Veo mucho de ella en ti. —Dice, acariciándome de nuevo. — Cuando tenías doce años lo vi por primera vez. — Quiero irme. —Pido tratando de abrir la puerta. — No habrá ninguna boda. Él vuelve a reír, agarra mi brazo y me lanza contra el sofá. Me deja inmóvil debido al miedo que siempre le he tenido. He visto como ha hecho las cosas más horribles y crueles del mundo, jamás podría verle como un buen hombre. — Creo que no lo has entendido. No te estoy pidiendo que seas mi esposa, estoy informándote de que ya lo eres. — No puedes obligarme ¡Hay cosas en la vida qué no puedes tener! —Me propina un fuerte golpe en la cara, y se me sube encima. — Apártate, por favor. — Nunca quise que las cosas fueran así. Debiste amarme y solo aceptar tu destino conmigo. — Me das asco ¿No lo entiendes? — Entonces me obligarás a hacerte mi esposa quieras o no —Pasa los labios por mi cuello tras sujetarme el pelo con rabia—. Nadie puede decirme que no. Para defenderme le golpeo la entrepierna y trato de huir, pero la puerta no se abre. Los guardias tras ella no quieren escuchar lo que está sucediendo o simplemente la habitación está insonorizada. Sigo luchando para que no me alcance pero lo consigue y me pone la cara contra la mesa. — Te casarás conmigo. — Suéltame. —Suplico. — Eres tan hermosa. Mi bella Dulce. —Agarra mis manos. — ¡Soy Lilit! —Exclamo. — ¡Mamá! — Eres quien yo desee que seas ¿Me escuchas? Desde hoy se acabaron las consideraciones contigo. Has debido aceptarme y tu vida habría sido maravillosa. —Susurra en mi oído mientras no deja de manosearme y quitarme la ropa. — ¡Déjame! — Eres mía Lilit. Solamente mía. Para siempre.