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—Hestia ¿Qué ocurrió ahí dentro? ¿Cómo que prevalece mi sentencia? ¿Ya fui condenada? ¿Cortaran mi cuello? ¡No pueden cortar mi hermoso cuello! ¡Hestia! ¿Moriré y reencarnaré de nuevo en la tierra?

Estaba desesperada por las respuestas. Tanto que mi lado estúpido salió a relucir como trofeo recién pulido.

—Para haber sido una niña introvertida en tu segunda vida, hablas mucho.

—¿Me halagas?

—Tomalo como un comentario amistoso.

Su falta de interés por aclarar mis dudas solo picaba más mi curiosidad. Así que seguí sus pasos hasta regresar al palacio, como pollita siguiendo a mamá gallina. Cosa que no me agrado, pero lo hacía por la información.

Luego de salir del salón del juicio, la mayoría de los dioses solo nos lanzaron miradas de bala para después desaparecer, cosa que antes no hacían. Quizás las palabras de Zeus fueron así de impactantes que no las entendí, por un segundo imagine que sería despojada de mi defensora y vuelto a las disputas de hace una semana. Cosa que me aterro, así que ahora, solo falta saber que prosigue para dar rienda suelta a mis planes.

Pasando por el puente blanco con bordes dorados, llegamos a la entrada del palacio. Una que por lo visto ya puedo utilizar, otra razón más para saber cómo prosigue mi juicio. Hestia nos caminó por los enormes pasillos con techos de cinco metros, todos adornados en oro, mármol pulido y algunas figuras representando al dios del trueno. Pasamos demasiadas salas hasta llegar a una que me pareció muy familiar. Quizás demasiado para mi bienestar.

—Bienvenida a la Cámara de la diosa del Hogar —Si, esa era la razón—. Cada cámara se relaciona con el dios que la posee, también cambia dependiendo del dios...

La cámara de Hestia se sentía familiar por la misma razón, nuestra diosa Hestia era la inventora de las casas, además que protegía los sentimientos básicos de los que se dependía la felicidad matrimonial y una familia armoniosa. Esta habitación era una sala de estar lujosa que desprendía "Hogar" por donde mirases. Te hacía sentir en... casa.

—Ya —Quería ignorar lo que este lugar me hacía sentir, así que me fui por las ramas—. Y aseguro que la cámara de afrodita es una habitación con cortinas de seda transparente con aroma a sexo y afrodisiaco por la atmosfera —Hestia se sentó en un sofá de dos piezas, me señalo el que tenía al frente, ignoro mi comentario—. Lo que sea —Solté un pujido relajando mi cuerpo—. Explicate ¿Si sabes que de no ser por ti estaría tras las rejas?

Sin yo darme cuenta Hestia había llamado a una ninfa para servirnos en unas tazas lo que me pareció jugo de naranja. Su mejor sonrisa de negocios apareció, pero no desarmo mi fachada de niña grosera y mal educada.

—Nuestras leyes y juicios tiene sus bases en la constitución de la humanidad —Tome la taza dándole un trago, era de mango—. Con forme ellos se fueron actualizando a las nuevas eras, nosotros también —Ella me observo contrariada por la decisión de si decirme o no—. Significa ahora que, Zeus —La postura rígida se notó a kilómetros—... nos ha dado vía libre para poder defender tu caso.

Rodé mis ojos. —Habla español, por favor.

Resoplo cansada y de manera amenazante dijo: —Somos libres de defender tu juicio a cualquier método de ser necesario.

[...]

Según las leyes míticas, cuando un prisionero logra obtener alguien quien le defienda en el juicio, sus posibilidades de salir impune del castigo son muy altas. Aunque siempre depende mucho de quien te defienda y como lo haga. Es algo parecido a la tierra; tienes un abogado, este intercede por ti en el transcurso de todo el juicio e independientemente de tus pruebas y conclusiones, quedas libre o vas directo a prisión.

La diferencia en estos dos mundos, es que, al menos en la tierra tienes la oportunidad de sobornar al juez. Aquí, los dioses son indomables.

A menos que les encuentres el modo.

—Ama, digo... señorita Isabella ¿Cómo le fue?

Ocírroe caminaba intranquila tras mía, a paso lento, como si trajera un arma en la espalda amenazando mi vida. Bueno, básicamente así me sentía. Deje caer mis posaderas en la orilla de la cama lentamente, se escuchó perfectamente el movimiento de la tela. El silencio en la habitación era tal, pero sobre todo la tensión en mi cuerpo y mente.

Las palabras de Hestia me dejaron pensando. Sé que ella debe tener un plan predispuesto para ayudarme. Me preocupa que método use.

—Señorita...

Olvide que la ninfa esperaba una respuesta mía, después de todo ella no iba conmigo a la ciudadela, era un accesorio que solo podía presumir dentro de palacio. Al menos hubiera deseado algo de compañía hace unos minutos.

—Bien, todo bien Ocírroe —No nos convencimos de mi mentira—. ¿Algo mientras no estuve?

El cambio de tema nos vendría bien. Nunca pasaba algo interesante cuando me iba. Ocírroe se la pasaba encerrada en mi habitación, limpiando lo que ya limpio. Pero por sorprendente que parezca, esta vez sí hubo un cambio en la rutina de la hermosa ninfa.

—Lo de siempre señorita —Por unos segundo me decepcione—. Aunque, alguien estuvo merodeando el pasillo.

—¿La alfombra roja?

—No, el pasillo —Normalmente le digo así por la misma característica que posee. Mi piso en este castillo es el único que tiene la alfombra roja. El resto de pisos varían de color. Y el rojo es muy malo—. Las otras ninfas decían que veían una sombra doblar la esquina cada vez que entraban al pasillo. Era como si solo se paseara por esta cámara.

—Eres paranoica Ocírroe —Me reí en su cara, luego me tire de espaldas a la cama—. Nadie se atreve a venir aquí, preferirían el suicidio a estar en una misma habitación conmigo o piso —Hacerles la vida miserable era mi rutina desde que vine, creo que tratarlos distinto causa ese efecto, interesante—. Sabes que, ahora que lo pienso —Me levante de un salto—, es una buena idea.

—¿El suicidio?

—¿Es todo lo que escuchaste? —Coloque de nuevo mis zapatillas y camine directo a la puerta—. Vamos, salgamos de este horrible lugar.

—¿Cambio su atuendo?

—¿Existe algo llamado shorts aquí? —La sonrisa que me dio hizo crecer la mía.

—Usted dígame lo que desea, yo lo confeccionare con forme sus deseos.

En menos de media hora estábamos caminando por los jardines inferiores. En realidad, fue una hora, tardamos mucho en llegar hasta la parte baja, me encuentro muy arriba, cosa que causa una tortura para llegar a los lugares que deseo. Como la cocina. Al menos disfrutar de estos momentos es lo mejor de mis días.

Estire mis brazos descubiertos por la camisa de tirantes, solté un pujido de agrado mientras disfrutaba de la dulce brisa y el sol que calentaba cada célula de mi ser. Necesitaba esto, estar demasiado tiempo encerrada afectara mi mente.

—¡Qué alivio! —Una vuelta en mi eje logro refrescarme por completo—. Esto es más cómodo que esos vestidos.

—Admito que me impresiono esa prenda —Ocírroe se refería al short de tela que ella misma confecciono para mí, sus habilidades son buenas, solo necesito una breve explicación mía y a los minutos ya estaba lista la prenda—. Me alegra que le haya gusta señorita.

—Eres buena Ocírroe.

—¡Gracias señorita Isabella!

Hay veces en las que se emociona de más cuando la halago. Es como una niña pequeña buscando la aprobación de su hermana mayor. Y es irónico porque ella es mayor que yo, ella es mi hermana mayor. Honestamente, me hubieran tratado como ninfa si no se hubieran enterado que era la traidora. 

¿Por qué? 

Mi cuerpo entero cambio. El cabello medio teñido y cambiante termino. Termine por convertirme en una pelirroja, solo tengo una mecha de cabello platinado del lado derecho, no es difícil saber por qué cambio. En mi antigua vida; mi padre era pelirrojo, mi madre una mujer albina he aquí el resulto, yo. Y siendo honesta, me gustaba más mi cabello castaño. Ser pelirroja no es lo mío.

—¿Cómo subes allá arriba?

Mi mente se desvió al notar sobre nosotras los puentes de piedra, eran del tamaño normal para que caminaras sobre ellos. Se veían un poco viejos, debido a la hierba que crecía en ellos. La curiosidad por saber a dónde llevaban puede conmigo, quiero subir a uno y ver a donde me lleva.

—Las escaleras para los jardines superiores se encuentran dentro del castillo —Dijo Ocírroe—. Los pasillos que conectan a las cámaras en el quinto nivel tienen acceso a ellos.

—¿Si quiero subir tengo que caminar media hora dentro de palacio?

—Los dioses tardan menos —No quería hablarme mucho de eso—. Cinco minutos tal vez.

Que decepción. —¿Y el resto?

—Somos criaturas mágicas, desplazarnos por los jardines es nuestra habilidad.

—¿Cuánto?

—Segundos...

—Lo sabía —Cruce mis brazos zapateando como niña de kínder—. Soy la única inútil aquí.

Solo quería dar un pequeño paseo por arriba, pero se volvería largo y lo que menos deseo es cansarme por estupideces. Sé que el juicio lo es, pero no tengo de otra. No pensé que siendo una mitad diosa se me dificultarían las cosas en este mundo, sobre todo esto. Quería visitar todo el palacio de cristal.

Reacia a seguir viendo algo que no podría cruzar por pereza, quise dar media vuelta y regresar por donde vine, pero cierta voz melosa y sexy se alzó en la dirección contraria a la que quería regresar.

—Vaya, vaya... miren que nos ha traído el viento —Afrodita, considerada la diosa más hermosa del olimpo—. Moon, un gusto vernos al fin de frente.

Sus ojos me analizaron de pies a cabeza, el rostro bello y perfecto expreso una burla mal escondida. El desprecio en cada una de sus palabras era tan obvio. Sobre todo porque fingía ser amable cuando en realidad solo deseaba poder atravesarme con una espada o, mandar a alguien para que ejecute el acto.

—No puedo decir lo mismo. —Realice la misma acción con los ojos.

—Oh, que rudeza —Noto mi imitación—. ¿Segura que eres hija de una diosa? El físico no lo dice...

—Me pregunto lo mismo de ti. Al menos no necesito del sexo para tener a mis pies un hombre —Sus ninfas y la mía jadearon, pero mi indiferencia a esto no la ocultaba, al menos era sincera con mi desprecio—. Pero, no me importa. Pensar en eso es solo pérdida de tiempo valioso. ¿Necesitabas algo?

Su máscara de superioridad la dejo caer. Ahora contraía esa hermosa cara en un sentimiento intocable. Se volvió la dama más firme y seria, algo totalmente nuevo de ver en ella, no como en los juicios. Siempre sonriendo con labios y mirada seductora. Por supuesto que su trabajo se basaba en muchas cosas, pero hacia resaltar demasiado el hecho que era una diosa seductora. Algo que opacaba sus demás acciones.

Sus pasos en mi dirección nos dejaron a una distancia de apenas medio metro. Era una Afrodita totalmente distinta.

—Tu presentación con Hestia en el salón, nos dejaron a todos estupefactos —Curiosidad brillaba en sus ojos que parecían gemas—. ¿Cómo la convenciste para ser tu defensora? Ella ni siquiera tiene experiencia en disputas.

Incline mi torso un poco en su dirección con ambos brazos cruzados. —Es algo que no te concierne.

—Tu vocabulario no era una broma —Soltó una risa en burla—. Eres así de indecorosa, indigna de ser llamada diosa.

—Si eso es lo que crees de mí, me da igual.

Gire en mis talones encogiendo mis hombros. Pero recordé algo que Hestia me dijo antes de salir de su Cámara. "Los dioses te ven como una amenaza, siempre es así con los semidioses. Más de alguien buscara como herirte, de alguna manera". Tenía razón, la primera en acercarse fue la diosa de la lujuria, no sé exactamente porque busca quitarme del medio. Pero espero poder sacármela de encima con arrogancia.

—No deseo destronarte afrodita. Creeme, mi belleza no te perjudicara en nada —Su boca formo una perfecta "o". Su sequito imito a su ama. Algo que me hizo reír internamente—. Si me disculpas, tengo asuntos que atender. Vamos Ocírroe.

No había pensado mucho en lo que quería hacer aquí cuando vine, el único pensamiento que pasaba por mi mente era volver, claro, después de quitarme las demandas de encima. Pero nunca pensé en lo que deseaba de los dioses, si los quería de aliados o enemigos. Y ahora me doy cuenta que no me importaban lo suficiente como para colocarlos en una de esas categorías.

Pero no importa si ellos no lo son para mí. Con esto, tengo a la diosa Afrodita de enemiga, Ares ya me odiaba desde que vine, de Hera ni que decir, Zeus mucho menos. Y con lo que acaba de pasar Ares, su amante, me tendrá el ojo encima como una diana. El resto de dioses seguirán siendo un enigma para mí. Sus expresiones y acciones no cambian mucho fuera del juicio, solo sé que algunos no me desprecian al punto de desear mi muerte. 

Solo me quieren fuera de su Olimpo.

—Señorita Isabella, eso fue peligroso —Ocírroe tenía el rostro pálido—. Ama afrodita no perdona a quien le ha faltado el respeto, es muy vengativa.

—Debió nombrarse diosa de la venganza entonces —La mala broma no le dio gracia, más bien le hizo abrir sus ojos e iniciar a titiritar, rodé los míos—. No te preocupes, ella no puede tocarme.

Asintió aun temerosa por nuestras vidas, más por la mía, conociéndola. —¿Desea ir a los jardines superiores?

Intentó que su voz no temblara y sonrió forzosamente. Ya que quería distraernos de este acto, le sonreí en grande y tome su mano para iniciar a correr a esas enormes escaleras de las cuales no saldría caminando.

—Has leído mi mente. Vamos.

-Cámara de Hestia

—¿Deseas algo Apolo? Escucho la lira desde que entras a palacio.

La mujer se encontraba sentada en su balcón, observando la puesta de sol, algunas aves cantaban cerca de su torre, lo que le llenaba de paz. Mucha de la luz rojiza anaranjada se colaba por sus puertas e iluminaba su Cámara. Sentir la presencia de un dios no era difícil para ella. Estaba en su lugar, nadie podría ocultar nada ahí. Uno más de los trucos que esconde su Cámara.

El dios siendo descubierto sonrió de lado y se adentró con pasos lentos. Hestia se encontraba de espaldas, pero se levantó en cuanto escucho hablar al dios intruso.

—Exageras. ¿Puedo pasar?

—Ya estas dentro —Cruzo ambos brazos—. ¿Buscas algo en especial?

—Respuestas.

—¿Conmigo? —La diosa se hizo la sorprendida—. Pero el dios de los oráculos debe estar loco.

—Es sobre Eléni —Fue directo al punto. Eso borro la sonrisa de burla en el rostro de la diosa del fuego—. Al paso que vamos, ella pondrá el olimpo de cabeza.

—Ya lo hace. Su sola presencia altera a los que dicen ser dioses —Fue severa con sus palabras—. Tú y yo tenemos un trato Apolo.

—Llevando tras pies la paz que tenemos de milenios.

—¡Apóllon! —En medio del grito, una oleada de poder sacudió la Cámara. El cuerpo de la diosa emanaba un aura poderosa que, gracias al sol puesto, podía verse con claridad—. Eísai elafriá kai eísai Alítheia, katalavaíno póso dýskolo ítan gia séna na paramorfóseis to manteío. Allá den échoun gyrísei píso. (¡Απόλλων! Είσαι ελαφριά και είσαι Αλήθεια, καταλαβαίνω πόσο δύσκολο ήταν για σένα να παραμορφώσεις το μαντείο. Αλλά δεν έχουν γυρίσει πίσω) (¡Apolo! Eres luz y eres Verdad, entiendo cuan difícil fue para ti distorsionar el oráculo. Pero no hay marcha atrás) —Contradecirla, era molestarla, sobre todo cuando Apolo estaba retrocediendo en un plan que se formó desde antes que la nueva alma renaciera—. El destino de Eléni será como debió ser desde el inicio. Ahora vete, no tenemos nada mas de que hablar.

El dios solo pudo agachar la cabeza ante la autoridad y el poder. Derrotado inclino su cabeza y salió sin alzar la mirada. Cerrando la puerta a su espalda aún se podía sentir el fuerte poder traspasar las paredes y la madera. Por un instante tembló de miedo, creyendo que la primera mujer más poderosa le atacaría en medio de su enojo. Pero los rumores eran ciertos.

Hestia era la diosa con mayor control en sus emociones. Era la única que no había tenido disputas o problemas con su ser divino.

—Apolo.

—Artemisa.

El dios se sorprendió al encontrase con su hermana en medio del pasillo. Aún estaba cerca de la Cámara de Hestia, así que supuso que su hermana ya sabía porque estaba en esa ala del castillo. Le preocupo ver el rostro angustiado de la diosa. Y la diosa estaba asustada por la ola de poder que sintió antes de llegar al piso.

—Lamento buscarte cuando estés ocupado pero, Hera desea verte. Sabe de tu amistad con Hestia. —Sus ojos se dirigieron a la puerta unos metros alejada de ellos.

Apolo preguntó: —¿Te dijo algo más?

—No, pero sé que busca la manera de saber la realidad del oráculo —Apolo inicio a caminar, Artemisa le siguió al lado—. Los dioses quieren saber cómo es que todos los dioses han predicho cosas distintas.

—¿Zeus también busca respuestas?

—No lo sé. Hermes no dice nada, solo sale de palacio pero nadie sabe a dónde. 

Desde que se mencionó el oráculo que predecía la caída de las dos generaciones de dioses, la mayoría de estos se cuestiona si en realidad existiría tal ser con tal poder. Mayor al de los primeros dioses. Algunos solo le llamaron "Tabú", otros "La línea temporal" dando también referencia a la caída del titán, padre del ahora dios de dioses. 

Al no creer en las palabras del primer oráculo, se consultó a todos los que existían. Pero como si fuera una cadena, todos decían lo mismo. Y hasta el día de hoy se cuestiona si la profecía es cierta. Porque para los dioses, no existe tal semidios capaz de destronar al poderoso Zeus. Y ni siquiera toman como teoría el poder heredado. Resaltando que los hijos engendrados por los dioses con otras criaturas, serían más imparables.

Como ejemplo están sus propios hijos bastardos.

—Hermano —Artemisa lo detuvo cuando estuvieron a punto de entrar en el ala de Hera—, confío en ti pero —Sus ojos temerosos observaron el oscuro pasillo—, si has mentido en el oráculo se te dará un castigo con forme la ley. Tanto tu como yo sabemos de lo que es capaz Hera.

La preocupación en los ojos de la diosa causó culpa en el corazón de Apolo. Sabía que su hermana no era una mujer con malas intenciones, tampoco con pensamientos oscuros. Y eso le hacía sentir peor. Lo único que le consolaba era saber que ella no estaba inmiscuida en nada. Así que solo tomo su cabeza y beso su frente con cariño y suavidad.

—Cuidate también —Junto sus frentes suspirando—. Hay ojos y oídos en el palacio. No hables de manera imprudente —Se alejó, sonriendo amablemente, Artemisa casi se cree la confianza en esos ojos, pero no pudo—. Ve con Madre, las buscare más tarde.

El dios la dejo atrás y camino por el pasillo, desapareciendo en sus sombras de la noche. Ella misma soltó un suspiro tembloroso. Ahora entendía, su hermano le mentía. Y aunque fuera para protegerle no pudo aceptar que el fuera el único sacrificio. Pero sus palabras le cruzaron la mente.

Debía ir con su madre.

Cámara de Isabella

—¡Que delicia!

Saboree el dulce en mis papilas gustativas. Podía sentir su sabor derritiéndose por mi saliva. No sabía que esto podría llegar a ser tan exquisito. Era gloria.

—¿Le gustan?

Pregunto Ocírroe con una sonrisa satisfactoria. Asentí como loca.

—¡Me encantan! ¡Me fascinan! —Coloque dos cubitos más en mi boca, gimiendo por su sabor—. Diosa mía, no había probado un chocolate tan delicioso.

Luego de la caminata por los jardines superiores, que por cierto fue divertido, termine tan cansada que Ocírroe tuvo que traerme en sus brazos. Es súper fuerte y rápida, no le tomo ni novena parte de mi tiempo regresar. Y estando aquí me dejo caer en la cama y me cambio por una bata cómoda, también preparo dulces y jugo de fresas.

Me consiente. Es tan linda.

—Hare más para usted —Su sonrisa nadie podría quitársela—. ¡Volveré después!

—Aquí te espero.

Me arrepentí de haberla dejado ir en ese momento.

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