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Emilia se asomó a través de la ventana de Felipe, que era la que daba hacia la calle, para mirar abajo y lo vio allí. Seguía en el suelo, sin moverse, y estuvo muy tentada a llamar a la policía.

—¿Qué haces, mami? –preguntó Santiago entrando a la habitación, y Emilia se giró a mirarlo. Le tendió una mano y el niño acudió a ella. Sin pensarlo mucho, lo abrazó apretándolo fuertemente en su pecho—. ¿Estás enferma? –preguntó el niño cuando la escuchó sollozar.

¿Cómo podía decirle ella lo que en verdad sentía?

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