Rompiendo tus reglas
Rompiendo tus reglas
Por: DarknessYFS
Capítulo 1

Tener que salir de tu casa en las mañanas y apurada para tomar el bus no era algo muy emocionante de hacer, pero peor aún era salir en un día lluvioso a las siete treinta de la mañana, sin haber arreglado la ropa la noche anterior y sin desayunar.

Definitivamente eso no estaba en mi lista de cosas favoritas por hacer, pero aquí estaba, con mi maletín de cuero negro sobre mi cabeza para evitar que se me mojara de más el cabello, con un vestido verde ajustado que compré en oferta en alguna tienda del centro y que no ostentaba de ser de marca y con unos tacones de punta fina que probablemente se terminarían rompiendo como llegara a dar un paso en falso.

Pero es que, esas eran las desventajas de no tener auto ¿y cómo tenerlo? Si apenas ganaba lo suficiente para poner la parte que me correspondía del alquiler del departamento en el que residía.

Un simple departamento de dos habitaciones, con baño compartido, una sala para nada grande con ventanales cutres y una cocina a la que podías acceder con solo entrar a la sala.

Sí, el concepto abierto era demasiado literal en aquel lugar, pero solo por el hecho de la escasez de espacio que dificultaba el poner paredes para cada habitación.

Y la única razón por la que daba abasto para pagarlo, era porque vivía con Mónica, una integrante ejemplar del departamento de policía de la ciudad y que había sido honorificada un par de veces por sus trabajos humanitarios y por las veces en la que había arriesgado su vida para ayudar a los ciudadanos de esta honorable ciudad.

Ciertamente era una rubia despampanante, de cuerpo con curvas prominentes y una sonrisa que decía derrítete por mí. Pero para desgracia de los hombres de esta ciudad era lesbiana y una muy orgullosa.

Literalmente tenía una bandera que funcionaba como cortina de los ventanales de nuestro piso y la cual se podía identificar claramente desde la acera.

No dudaba de que los vecinos creyeran que éramos pareja y más cuando ningún prospecto se había presentado en nuestra puerta declarándose como algún enamorado mío. Pero era algo que definitivamente me daba tan igual como quedarme en casa un viernes en la noche.

Aliviada por haber llegado hasta la parada del autobús aun intacta, me retiré el maletín de encima de la cabeza y descansé mis debiluchos brazos por unos segundos colocando el maletín en el suelo. Ciertamente esa había sido mi mejor inversión.

Un maletín de cuero sintético de tamaño perfecto para llevar mis documentos y que fuese resistente al agua para que no se mojara todo lo que tenía dentro de él.

Moviendo mi tacón arriba y abajo mientras esperaba, me permití observar las calles vacías de transeúntes a pie y lleno de vehículos que pasaban a una velocidad reducida frente a mí y en ese momento ansiaba tener, aunque fuese una cacharra con la cual pudiese moverme, pero bueno, lo que tocaba era esperar el autobús mientras la lluvia aumentaba de intensidad con cada segundo que pasaba.

Unos minutos después lo vi acercarse y con las ganas de sentarme en él a tope, tomé el maletín y me acerqué a la acera, cosa que fue el peor error que hubiese podido cometer en al menos una semana.

Era evidente lo que pasaría, pues, Dios lo sabía, la chica de la cafetería del otro lado de la calle que observaba por la ventana lo sabía, el vagabundo en la esquina lo sabía, el seguridad que me observaba a través de la cámara de seguridad del edificio de detrás lo sabía, hasta el chofer lo sabía, menos yo, porque claro, siempre andaba de despistada, de urgida y descuidada.

Y es que en un día lluvioso sería evidente que habría un charco de agua acumulado en los laterales de la calle, agua que se levantó ante el frenazo que dio el chofer y por supuesto, como nada podía ir mejor en este maravilloso día, toda el agua que se levantó cayó sobre mi arruinando mi pobre vestido de oferta.

Mis ojos se cerraron por unos segundos y al escuchar la puerta siendo abierta los abrí de vuelta con las fervientes ganas de gritarle, pero si lo hacía antes de subir las probabilidades de que me dejara varada en la parada eran muchas.

Por lo que intentando que no se notara la rojez que debían de tener mis mejillas subí al autobús destilando agua sucia por mi rostro y mi cabello negro.

Un puchero se instaló en mí boca y al ver que él ni siquiera había notado el desastre que ocasionó, solo pude continuar hacia la parte trasera del autobús y me senté tratando de controlar mi lengua viperina, esa que sabía que destilaría veneno si abría la boca y como un altercado a estas horas de la mañana después de la pésima forma en la que había ido no era algo que deseara, prefería permanecer callada mientras controlaba las incesantes ganas de llorar.

Mi cabello, mi cabello que era un manojo de rizos y ondulaciones el cual mantenía a raya con planchas una vez a la semana, había sido mojado y el resultado era obvio, los rizos buscarían su forma original y yo terminaría pareciendo un nido de pájaros cuando el cabello ni siquiera estaba enredado.

Suspirando profundamente miré hacia la ventana y abracé mi maletín mientras esperaba que el autobús llegara hasta el lugar en el que me quedaba.

Y si ya todo lo que había pasado no era suficiente, el frío comenzó a golpear crudo y fuerte con cada segundo que pasaba mi cuerpo analizando la humedad de mi piel.

El autobús no estaba precisamente lleno, pues no había nadie de pie, cosa que me facilitó continuar sin ningún acompañante a mi lado hasta que el autobús llegó hasta mi parada y pude bajar tras haber pasado la tarjeta por el codificador, tarjeta que había sacado del maletín minutos antes de bajarme.

Sin importarme que la lluvia hubiese aumentado su intensidad me encaminé hacia la puerta del orfanato recibiendo las gotas de lluvia y con los hombros caídos, después de todo empapada ya estaba y con aguas de dudosa procedencia.

Seguí con mis pasos acelerados hasta que pude empujar la puerta que a estas horas ya se encontraba abierta y accedí al interior recibiendo los gritos, los chillidos, las risas y el característico calor que se sentía en cuanto entrabas al orfanato.

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