—¿Dónde está Laila? —preguntó Franco alterado—. No dejaré ir a su madre a menos que ella venga aquí en este momento.
—Laila no está aquí —dijo lo obvio—. Y no vendrá.
—Lo hará, si quiere recuperar a su madre sana y salva.
Franco parecía no entender lo que estaba sucediendo.
—¿Es que acaso no has echado un vistazo a tu alrededor? Tus hombres no dejan de caer, estás aquí solo y en cuanto Alessandro aparezca en esta habitación, las cosas se pondrán peor para ti. Tal vez si dejas ir a su esposa, él te perdone.
Franco sonrió de lado. La viva imagen de un hombre desquiciado.
—¿Por qué haría esto? Ella es mi único boleto de salida de este lugar, no pienso regresar a la m*****a prisión.
—La prisión será el menor de tus problemas.
—Deja de hablar. Lanza tu arma al suelo y patéalo hacia mí.
Michelle siguió sus instrucciones porque lo menos que quería era arriesgar la integridad de Ava. Ella parecía estar bastante calmada pese a todo lo que había pasado.
—Franco aun estás a tiempo de…