El eco distante de disparos rompió el silencio espeso de la tarde, y Malakai, acostumbrado a distinguir los sonidos del rancho, supo de inmediato que no era un ruido habitual, por lo que sin pensarlo dos veces, salió de la mansión a grandes zancadas, pensando que dejaba a Natalie en un lugar seguro, con los sentidos alerta y la tensión marcando sus facciones cruzo la puerta principal y avanzo un poco, hasta donde encontró a un grupo de su manada ya apostados en cercanía del picadero, con rostros serios y cuerpos tensos, aguardaban instrucciones de su nuevo Alpha, la lealtad era palpable, pero también lo era la inquietud que flotaba en el aire.
—¿Qué sucede? —preguntó Malakai, dejando que su voz de Alpha resonara como una orden.
—Un grupo de cazadores ha ingresado en los terrenos de Red Moon —respondió uno de los vaqueros más veteranos, su mirada cargada de preocupación—. No sabemos cuántos son, o que quieren, pero van armados.
La incredulidad cruzó fugazmente el rostro de Malakai, por