Nilda era una mujer de poco más de treinta años, con una apariencia que fácilmente engañaba a quienes no la conocían en profundidad, su rostro amable y su sonrisa cálida inspiraban confianza y simpatía, pero aquella fachada escondía un corazón áspero, marcado por la envidia y la ambición, su verdadera naturaleza solo emergía en los momentos de mayor intimidad con su propio reflejo, o cuando sabía que no había nadie alrededor para juzgarla.
Había llegado al rancho siendo apenas una loba joven de dieciocho años, con ojos, curiosos y soñadores, se habían posado por primera vez con Magnus, quien por aquel entonces era un hombre felizmente casado, y a pesar de que no era su compañero predestinado, la joven Nilda sintió una atracción que confundió con amor, y aunque sabía que aquel sentimiento estaba destinado al fracaso, no se detuvo. En su pecho crecía un deseo tóxico, un anhelo de poseer algo que no le pertenecía.
Y fue cuando la tragedia golpeó al rancho, cuando la esposa de Magnus fall