Después de escuchar en silencio todo lo que Alejandro tenía que decir, María respondió con frialdad:
—Alejandro, ya estamos divorciados. Es imposible que vuelva contigo.
—Mis sentimientos por ti se agotaron completamente con tu frialdad y tus torturas día tras día. Hace tiempo que dejé de amarte, así que regresa solo. No te necesito en el resto de mi vida, y tampoco te acompañaré en la tuya.
Estas simples palabras dejaron a Alejandro completamente destrozado.
Con los ojos desorbitados, gritó:
—¡No! ¡Qué divorcio! ¡Yo no estoy de acuerdo!
—¡Me engañaste para que firmara ese acuerdo de divorcio, ni siquiera lo leí antes de firmar!
—¡Ese acuerdo de divorcio no tiene validez! ¡Todavía somos marido y mujer! ¡No puedes dejarme! ¡No puedes dejarme!
Alejandro había entrado en un estado de locura total. Agarraba el brazo de María mientras gritaba fuera de control, como si hubiera perdido la razón.
María luchaba por liberarse, pero no podía soltarse.
Y este loco de Alejandro llegó incluso a arra