—No te pongas arrogante.
Sin dejar que Julio hablara, Rosalía se le adelantó diciendo: —Ya que quieres resolver el problema, primero aclara, ¿quién era el hombre con el que cenaste hoy? ¿Y el que te llevó a casa en un auto de lujo la otra vez, era él?
Elena soltó una risa fría. —¿Y qué si es así? ¿Acaso ustedes van a controlar con quién ceno o quién me lleva a casa? ¡No soy una esclava!
—¡Tú, tú! Julio, ¡mira cómo se comporta! ¡Seguro que ya te ha sido infiel!
Rosalía, furiosa, terminó gritándole a su propio hijo, queriendo que viera la verdadera cara de Elena.
Julio sabía que esta batalla no terminaría pronto.
—Mamá, mejor no siga diciendo nada.
Después de calmar a su madre, él miró a Elena. —Elena, he estado muy ocupado todo el día, estoy realmente cansado. ¿Podemos hablar de esto mañana?
Elena respondió: —No es necesario esperar hasta mañana. Solo quería avisarte que vamos a liquidar cuentas, y en cuanto abra la oficina del registro civil, iremos a tramitar el divorcio.
—Elena...
—¡