—¡Plop!
Antes de que la mano del hombre de la barriga cervecera pudiera caer, su cuerpo se inclinó hacia adelante bruscamente y chocó directamente contra la mesita de centro, volcando los vasos y las botellas de licor.
El estruendo atrajo la atención de algunas personas.
Manuel, al ver el caos que ocurría abajo, gritó a los hombres y mujeres presentes: —¡Bajen y ayuden rápido!
Él fue el primero en dirigirse hacia abajo.
El hombre de la barriga cervecera y sus compañeros quedaron atónitos por el repentino cambio.
Instintivamente, dirigieron su mirada hacia el recién llegado. Era alto, de piernas largas y vestía con elegancia, irradiando una fría arrogancia y autoridad.
—No te metas en las cosas.
Gruñó el hombre de la barriga cervecera, frustrado por sus dos fracasos anteriores. Ya no le importaba su imagen y hablaba con rabia: —¡Ataquen a todos! ¡Amarren a las mujeres y golpeen a los hombres!
Sus compañeros reaccionaron de inmediato y se abalanzaron sobre el hombre recién llegado.
—¡Ah!