Era lunes por la mañana. El sol brillaba a través de las ventanas de vidrio de la Galería de Arte Marco Dorado. Josey estaba sentada detrás de su escritorio, golpeando su bolígrafo y luciendo seria.
Señorita Clara —dijo a su asistente personal—, ¿cómo fueron nuestras ventas el mes pasado?
Clara se veía nerviosa. Tenía un pequeño archivo en la mano.
Comparado con el mes antepasado, las ventas bajaron un treinta y cinco por ciento —dijo.
Josey frunció el ceño.
Es una caída grande. ¿Qué podemos hacer?
Clara dudó.
¿Deberíamos esperar la próxima exhibición o…?
No —la interrumpió Josey—. Vamos a bajar los precios de las piezas que ya tenemos. Haz que parezcan ofertas limitadas. Piensa en maneras de venderlas rápido.
Clara asintió.
Sí, señora. ¿Tal vez podamos organizar también una exhibición especial?
Buena idea —dijo Josey—. Hazlo lo antes posible.
Justo entonces, alguien llamó a la puerta.
Clara fue a abrir, y Faye entró con una sonrisa brillante.
Oh, te ves agotada —le dijo amablemente a