Adrián solo pudo ver cómo el vídeo se reproducía, y en el proceso, su cara pasaba del color rojo al blanco, del blanco al morado y, finalmente, se desplomó en el suelo como un charco.
Sara seguía llorando y buscándose excusas como: —Cariño, déjame explicarte, no es lo que ves, fue Elena, ella me tendió una trampa, ella...
—¡Basta! —Pedro golpeó la mesa, interrumpiendo a Sara: —¡No me humilles más a estas alturas!
El gerente intentó calmar la situación diciendo: —Esto... Sr. Murillo, ¡le daremos una explicación!
Pedro señaló la nariz de Sara con asco en los ojos: —¡Fuera de mi vista, me das asco!
Sara se puso en pie tambaleándose, de pronto cerró los ojos, y se desmayó.
Cuando Pedro se fue, todos los presentes me miraron de otra manera, parecía que les daba pena.
Pasando de ello, me acerqué a Adrián, que estaba acojonado en el suelo como un perdedor.
Hice una mueca y le dije tan orgullosamente: —Adrián, ¿qué te parece? Pedro la dejó, yo también te dejo, ¡así que ya pueden estar juntos p