Dos días más tarde, estaba de vuelta en la escuela recogiendo mis cosas, quería irme a trabajar a otra escuela, pero de pronto llegó la llamada de Jimena.
—Elena, esa zorra loca volvió a publicar algo, ¿respondo algo por ti? —La voz de Jimena estaba llena de preocupación.
Miré la pantalla de mi celular, donde aparecía la última publicación de Sara: una foto de su ecografía acompañado del texto “¡Mi marido y yo siempre hemos sido felices juntos! ¡Estoy embarazada! ¡Los rumores falsos nunca podrán vencer a la realidad!”.
—Estoy bien, solo un poco cansada —dije con ligereza.
—Me quedo tranquila, descansa un poco y llámame cuando necesites algo.
—Claro.
Justo cuando terminé de recoger las cosas y acababa de salir de la escuela, unas mujeres de mediana edad se me acercaron corriendo: —Eres tú, ¿verdad? ¿Ahora sabes que estás en problemas y quieres huir?
Estaba muy perdida, y antes de que pudiera preguntar, la mujer de pelo rizado me tiró del pelo: —¡Maldita zorra! ¡No eres digna de ser prof