Pedro asintió ligeramente, haciéndome un gesto para que esperara un momento, luego llamó a la puerta.
“Toc, toc...”.
Y se abrió la puerta de la sala de conferencias y apareció ante mí el rostro familiar de Adrián.
Su sonrisa se tensó al verme: —¿Ele-Elena?
La cara de Sara se puso pálida: —¿Ca-cariño?
Los ojos del gerente se abrieron de par en par, mirando a Sara y luego a Pedro: —¡¿El presidente de nuestro socio... es tu marido?!
Los ojos de Sara se desviaron y miró hacia nosotros asustada.
Pedro se mofó y dijo con los dientes apretados: —Si no, ¿cómo crees que entró a este grupo sin haberse graduado siquiera de un ciclo formativo grado medio?
—He sido tan bueno contigo, ¿y así es como me lo agradeces?
¿Así que Pedro se lo había estado ocultando a Sara?
Claro, ahora tenía más sentido, si Sara lo hubiera sabido, no se habría fijado en el inútil de Adrián.
La gente a nuestro alrededor empezó a cuchichear y Pedro los miró despectivamente: —Yo te lo había dicho, pero ¡no te lo tomaste en s