Me desperté de golpe y un cuchillo brillante estaba justo delante de mis ojos, ¡retrocedí asustada y me caí en el sofá!
Entonces llegó la voz de mi marido, Adrián Ferrero: —Elena, ¿qué te pasa? Te estoy preguntando si quieres una manzana.
Mi corazón tembló por un segundo, ¿no estaba muerta?
Cuando Adrián vio que no decía nada, se me acercó de nuevo con el cuchillo y me dijo: —Elena, ¿sabes? En mi empresa se incorporó una chica nueva que vive en la misma comunidad que nosotros...
Aparté el cuchillo de un manotazo y me puse a chequear mi cuerpo con las manos, ¡y de repente me di cuenta de que había renacido!
Miré al bastardo que tenía delante, tomé el vaso de agua que había sobre la mesa y se lo arrojé a la cara.
—¡Elena! ¿Te has vuelto loca? —Adrián se levantó de un salto y me miró enojado, y yo contuve la rabia de mi corazón y le dije con ligereza: —Es que tuve una pesadilla y quería comprobar si estaba despierta de verdad.
Sabía que lo siguiente que me iba a decir Adrián era que la esa chica nueva, Sara Hernández, quería acoplarse en nuestro.
En mi vida anterior, rechacé esa idea firmemente, después de todo, no quería buscarme problemas. Además, yo compré el coche antes de casarme, era mi propiedad, en realidad tenía derecho a decir que no.
Sin embargo, Adrián empezó a discutir conmigo: —¡Vaya, Elena! ¿Y te consideras profesora? ¡Qué poca simpatía y qué poca amabilidad muestras a tu nueva vecina!
Y lo que pasó después fue que Sara se quedó embarazada y tuvo un aborto espontáneo en mi coche...
Si no recordaba mal, el médico dijo que el aborto se debía a que tuvo relaciones sexuales, pero ¡en ese momento el marido de Sara aún estaba en el extranjero por negocios!
¡No era difícil de entender que Adrián me puso los cuernos!
Al final, esa pareja de sinvergüenzas me acusaron de ser quien conducía...
Entonces, el marido de Sara, Pedro Murillo, ¡volvió del extranjero y me apuñaló como un loco sin escuchar mis explicaciones!
Con el último aliento que me quedaba, tiré instintivamente de la esquina del abrigo de Adrián, pero él me apartó de un manotazo, y con disgusto, soltó: —Ella fue la que mató a su hijo, se lo merece.
¡Nunca podré olvidar esas imágenes sangrientas, la traición despiadada, y el rostro repugnante!
¡Hasta ahora sentía ese dolor!
¡Juré que en esta vida no repitiría mis errores!
Adrián estaba a punto de decir algo cuando me levanté y le dije: —¿En serio? ¡Qué casualidad! Entonces te podrá hacer compañía en los viajes de ida y vuelta.
—Elena, ¿cómo sabías que te iba a decir eso? —Adrián me miró con los ojos muy abiertos y lleno de ilusión añadió: —Sí, ya sabes que en mi empresa tenemos que hacer muchas horas extras y es peligroso que una chica vaya todos los días al trabajo en transporte público.
—Encima, su marido casi nunca está en casa y me parece que es justo, como veterano de la empresa, llevarla de paso.
Le dije con una sonrisa irónica: —Bueno, si es así, ¿quieres plantearte invitarla a vivir con nosotros para cuidadrla mejor? Pues como dices, su marido casi nunca está en casa.
Adrián soltó una risa juguetona: —Elena ¿de qué hablas? ¿Acaso soy alguien así a tus ojos?
Tras decir eso, quizo venir a abrazarme, pero yo lo esquivé, pues solo sentí asco del hombre que tenía delante, con quien llevaba cinco años saliendo y dos casada.
Adrián frunció el ceño al verme esquivar: —Elena, no estarás celosa, ¿verdad?
—Aunque soy un hombre guapo y sobresaliente, puedes estar tranquila, yo solo te quiero a ti.
Le miré sin expresión y le contesté a medias: —Bien.
En mi vida anterior, Adrián me traicionó engañándome con Sara, lo que me llevó a mi trágica muerte, ¡en esta vida no consentiré más nada de eso!
¡Les seguiré el rollo hasta encontrar una oportunidad de hacerles pagar caro!