Capítulo 33.
Lumina
En cuanto me alejé de Xenois y regresé a nuestro dormitorio, noté que él se dirigía a su estudio en casa para atender alguna crisis laboral, entonces saqué mi teléfono con las manos temblorosas.
Sólo había una persona que podía ayudarme, aunque llamarla significaba arriesgar todo lo que tenía, no sólo mi matrimonio, sino también mi vida.
Los lobos y las brujas habían sido enemigos durante siglos. Los viejos tratados eran claros: cualquier lobo descubierto haciendo tratos con brujas o hechiceros, sería despojado de su estatus en la manada y exiliado. En algunos casos, hasta eran asesinados.
Pero los tiempos desesperados exigían medidas desesperadas, y yo estaba quedándome sin opciones.
Revisé mis contactos hasta encontrar el número que había mantenido oculto por años, listado bajo un nombre falso para no levantar sospechas en caso de que alguien llegara a ver mi teléfono.
Carol contestó al segundo timbrazo, su voz sonó familiar, pese a los años sin hablarnos.
—¿Lumina? Dios mío,