Capítulo 25.
Riley
Ya no podía forzar las palabras a salir de mi boca, se habían quedado atrapadas en lo más profundo de mi pecho, prisioneras del miedo que había tomado el control de todo.
Aunque la señora se había ido, aunque ya no me miraba con esos ojos que parecían ver a través de mí, no podía dejar de temblar por lo que acababa de pasar.
El restaurante parecía cerrarse sobre mí y no podía respirar. La gente seguía mirando nuestra mesa, susurrando entre ellos, tapándose la boca mientras me observaban; algunos parecían compadecerme, otros se divertían con lo que veían.
Quería desaparecer, acurrucarme en una bola tan pequeña que nadie pudiera verme.
—¿Riley? —la voz de Xenois ahora era suave, diferente a cuando le gritó a la señora hermosa—. Oye, amigo, está bien. Ella ya se fue.
Intenté asentir, mostrarle que lo había escuchado y que le prestaba atención, pero mi cabeza estaba demasiado pesada para moverse. Todo pesaba demasiado: mis brazos, mis piernas, incluso respirar me parecía demasiado es