Capítulo 6
La vecina, María, que tenía más o menos mi edad, abrió la puerta, y dijo con voz alta:

—Que te den por culo, que no estamos condenados a morir con sesenta, ¡que sin escuchar a gente como tú podemos llegar hasta los ochenta sin problema!

—Y tienes el descaro de gritar aquí, ¡qué vergüenza, por favor!

María era buena discutiendo.

A Juan se le atragantaron las palabras en la garganta y, viendo que no podía replicarle, se escabulló.

...

Pasaron treinta días en un abrir y cerrar de ojos, y Gabriel y yo fuimos a la Oficina de Asuntos Civiles a por el certificado de divorcio.

En cuanto recibí esa hoja, me sentí más relajada que nunca.

El peso de la mayor parte de mi vida se me había quitado por completo en este momento.

Gabriel, en cambio, no estaba tan contento como yo pensaba.

Tenía un aspecto sombrío y no podía ocultar el cansancio de su rostro.

Tenía la hoja del divorcio en la mano y me miraba con intención de decir algo.

—Gaby.

Alguien no muy lejos le llamó.

Era Carmen.

Esperaba allí a p
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