Dominic Vince
No nací entre oro.
Nací entre sangre, humo y ruido.
Mis primeros recuerdos eran de gritos: la voz de mi padre, los sollozos de mi madre, el sonido de botellas estrellándose contra las paredes.
Él la golpeaba hasta que no podía moverse.
Ella ahogaba los moretones en pastillas y polvo.
¿Y yo? Trabajaba.
Lo que fuera, con tal de salir de ahí.
A los dieciséis, compaginaba tres trabajos: fregaba platos, levantaba cajas, hacía recados solo para juntar los suficientes euros para la matrícula.
Cada céntimo iba a una sola cosa:
mi billete de salida.
Educación.
Prestigio.
Respeto.
Me abrí paso a un mundo que nunca estuvo hecho para gente como yo:
la clase de escuela donde todos llegaban en coches lujosos,
y yo llegaba con las manos callosas.
Ellos llevaban lujo.
Yo llevaba ambición.
Y fue ahí donde ella me encontró.
Jennie Frost.
La chica dorada.
La hija del rico con una sonrisa que podía reescribir tu destino si te miraba el tiempo suficiente.
Ella decía que yo era diferente.
Dec