Temía que me condenasen por destrucción de pruebas y tener que pasar de seis a doce meses de prisión, pero había un matiz en el que todos los presentes me apoyaron, no lo había hecho intencionadamente.
A esta hipótesis contribuyó el hecho de que yo empezase a llorar hasta el punto de que los policías tuviesen que consolarme (eran lágrimas de verdad, llevaba tiempo acumulando muchísima tensión y me vino hasta bien poder dejarla salir en forma de llanto), además de que se suponía que estaba intentando ayudar a la iglesia y lo último que querría sería evitar que atrapasen a los vándalos.—Lo siento muchísimo, yo no quería.— repetí mirando a los ojos a Xoel, que se limitó a suspirar y darme una palmadita en la espalda.
—Venga, venga, no te preocupes.— Iris me tomó la mano y yo me abrac&e