Estoy en el dilema de pegarle una patada en las bolas, morderle el labio o hacerle una llave al señor pesadilla para que me suelte, cuando escucho los pasos de mi suegrita y mi cuñada que se alejan.
—Ya se fueron— digo entre sus labios intentando terminar lo que quiera que sea que está haciendo.
—¿Segura? — bajo mi mano que estaba enroscada en su camisa, para seguir el sinuoso caminos de sus pectorales, la muevo por su cintura, sigo para comenzar a acariciar su espalda hasta llegar al cinto del pantalón, sus ojos se abren en total desconcierto al sentir como mi hermosa y pequeña mano toma su calzoncillo y de la nada, ¡Zas! Le hago su buen calzón chino.
—¡Ah! ¡Hanny!
—Te dije que ya se habían ido y me puedes explicar ¿Qué fue eso de besarme frente a tu madre y tu cuñada sin preguntarme siquiera?
—Perdón, es que escuché a la loca de la hija de Rothschild diciendo que éramos un tanto secos en nuestro trato, sobre todo tu.
—Ya… Digamos que te creo— lo miro achicando los ojos—, pero eso no obsta a que quisieras quitarme el teléfono para saber con quién estaba hablando ¿no?
—Es que estabas demasiado melosa con ese Scott y no quería que mamá te escuchara y pensara que me estás engañando—justifica, mientras se encoge de hombros y comienza a caminar sobándose sus partes nobles.
«Idiota»
—¿Sabías que estaba hablando con Cameron?
—Ay, Cam, lindo, precioso, hermoso, encanto de mi madrugada—dice, intentando simular mi voz.
«Recontra idiota»
—¿Me estás remedando Benedict Henderson?
—Muchas cosas quisiera hacerte ahora, Cicarelli, pero no es el momento. Ahora, por favor entremos, nos vamos a sentar a almorzar y quiero tu mejor cara de novia enamorada.
Con el cara de culo, perdón el señor pesadilla con cara de culo entrando nuevamente a la casa noto que me empezó a dar frio y eso se debe a que estoy solo con el vestido que me mandó Mel para esta ocasión y diablos, ese tipo me mantenía calentita mientras me abrazaba y besaba y…
¿Qué acabo de decir? ¿Besaba?
—¡Hijo de la gran fruta! ¡Benedict Henderson Vuelve aquí de inmediato! — grito y el comienza a correr por el pasillo. ¡Ah! Lo quiero… lo voy… ¡Lo mato!
«Requete contra idiota »
El muy idiota me acaba de robar mi primer beso y ni cuenta me di por estar preocupada por otras cosas. ¡Es que te juro que me las vas a pagar, Señor maldito pesadilla de la calle Elm!
Entro igual que él corriendo a la casa y me lo encuentro muy escudado en su sobrino Daniel haciéndose el que no quiebra un huevo y mirándome con una tremenda sonrisa.
«Idiota nivel dios, lo mato»
¿Se habrá dado cuenta de que soy virgen de los labios? Bueno, de todas partes, pero eso no viene al caso ahora, lo que pasa es que aún no logro atinar a que me besó y me quitó la flor de mi inocencia.
—Todo bien, Hanny—me pregunta el señor Rothschild y he aquí el comienzo de mi dulce venganza.
—Por supuesto, Robert, solo era Cameron, mi… perdón, el hermano de Ethan y Val.
—¿Ese no es uno de los mellizos?
—¡Excelente memoria, Robert! Sí, al ese mismísimo me refiero— digo con fingida animosidad para que tres pares de ojos me miren directamente, dos de ellos con una clara intención de seguir sabiendo más de mi amigo y otra con cara de burro mascando limón, lo que a mí me importa una m****a, porque me acaba de quitar algo muy importante o por lo menos algo que no pensaba darle así de fácil. El muy tarado.
Después del exquisito almuerzo que nos tenía la madre del señor pesadilla roba primer beso, volvimos a la sala para deleitarnos con un maravilloso dulce de tiramisú que estaba de rechuparse los dedos.
—Deja de hacer eso— me vuelve a hablar al oído este mequetrefe ambulante.
—¿Hacer qué? —le pregunto toda relajada chupando y lamiendo la cuchara que aun tiene rastros de postre.
—Hanny…
—Ben…
—Hanny, tienes pastel en la cara—me dice Daniel y con una servilleta me limpia, aww que tierno, quiero uno igual por favor empáquelo suegrita para llevar.
—Bueno, bueno, jovencito, deberías ir a descansar un rato ¿no?
—Pero mami, me quiero quedar con el tío Ben y Hanny.
—¿Y si yo te acompaño principito?
—¡Sí!
—¡No!
—¡Basta, Daniel! Deja de ser tan molesto y vete a tu cuarto.
—Suegrito—Hijo de la gran fruta a medias con el mismísimo diablo— No es ninguna molestia. Además así Ben y yo aprovechamos de descansar un rato del viaje y disfrutamos de Daniel.
—¿De verdad no es una molestia Hannah?
—Para nada Jaqueline, ve a trabajar tranquila, ya te hemos retrasado mucho por estar con nosotros y así vuelves pronto.
Por suerte Jaqueline nos hace caso y nosotros con mi novio de mentira acompañamos a Daniel a su habitación. Típica de un niño de su edad, me recuerda a la de Brunito cuando estaba loco por los autitos Hot Wheeles, tiene una cama muy bonita con una colcha de esos autitos y veo muchos de ellos en la estantería que está alrededor de la habitación. Además, se nota que le gusta que le lean porque está llena de libros para niños y veo que también le gustan los libros de misterio, porque está la colección completa de Sherlock, Lupin y yo una de mis sagas favoritas, que aunque no son de Conan Doyle plasman muy bien lo que habría sido una relación entre esos tres personajes desde niños. Tomo uno de ellos y de entre sus hojas cae una foto polaroid, la estoy por recoger, cuando mi cabeza se topa con la del señor pesadilla, pues, al parecer, se le había ocurrido lo mismo que a mí.
—Auch— digo sobando mi frente.
—Lo siento, no fue mi intención.
—Tampoco la de quitarme mi primer beso—mascullo entre dientes y adivinen quién la cagó de nuevo—. No… no me hagas caso ¿Él es Daniel?
—Sí, él es mi hermano mayor.
—¿Y por qué no hay fotos de él en la casa?
—Porque mi abuelito no quiere, es como si no quisiera que lo recordaran—nos dice Daniel arrebatándonos la foto de las manos como si fuera su gran tesoro y colocándola en su pecho.
—Oh, cariño—digo, abrazándolo y sobando su espalda, mientras él da leves suspiros.
—Maldita sea, me va a escuchar— Intenta salir de la habitación y yo lo detengo, no creo que sea bueno que vuelva a discutir por ahora.
—Detente ahí mismo, Benedict Henderson. Si sales por esa puerta, te juro que me voy de inmediato.
—¿Pero no ves lo que está haciendo?
—Lo veo, pero también por ese mismo motivo es que estamos aquí ¿no? Ahora, tú y Daniel recuéstense en la cama y yo les leeré esta historia.
—¿La conoces? —me pregunta Daniel.
—Por supuesto, este fue el primer libro que me regaló uno de mis mejores amigos.
—Sabes que es super difícil de encontrar.
—Lo sé, eso mismo me dijo David.
—El tal Galeano—me dice el señor pesadilla y yo reviro los ojos, es que estoy a un tris de pensar que este tipo está celoso de cada hombre que ha pasado por mi vida. No le hago caso y comienzo a leer El Trío de la Dama Negra con la voz más tétrica que puedo crear.
—Verano de 1870: Sherlock, Lupin e Irene se conocen en la playa. Los tres deberían estar disfrutando de sus vacaciones, pero el destino les ha reservado algo distinto, ya que se ven envueltos en un torbellino criminal: alguien roba un collar de diamantes sin dejar rastro, en la costa es encontrado un hombre sin vida, y una oscura silueta aparece y desaparece sobre los tejados de la ciudad. La policía anda a tientas y les tocará a otros resolver el caso…
Ya voy por el capítulo cuatro cuando escucho los suaves ronquidos de esos dos y suelto una risita al verlos acomodados, o más bien a Daniel acomodado en Benedict como si fuera su almohadón personal.
En eso escucho el carraspeo de alguien y sé perfectamente de quién se trata.
—También me pedirá ir a su estudio para hablar, suegrito…