Él contestó el teléfono, apenas murmurando un “dime”, esperó a que yo terminara de hablar, y sin más preguntas, colgó.
Pensé que quizá estaba en una junta y no le di mayor importancia. Vi la hora; rozaba el mediodía. Tomé mi bolsa y le comenté a Estela.
—Voy a salir, a darle una vuelta al señor Máximo.
Después de todo, lo de Valeria había sido hace unos días ya, y hacía tiempo que no pasaba por casa de los Nieves. Mañana me lanzo a Ciudad Jim, y no pienso volver hasta pasados un par de días. Demasiado tiempo sin dar la cara, eso sí que no se ve bien.
Estela apagó de un toque la pantalla grande y asintió.
—¡Claro! ¿Vas a comer allá?
—Sí, nomás quiero acompañar a Máximo a comer algo.
Respondí con calma, aunque en el fondo, pensaba que Máximo debía de estar encontrándole poco sabor a la vida estos días.
Acompañarlo a comer, pasar algo de tiempo con él, eso era lo único que podía hacer sin entrometerme demasiado.
Ni siquiera sabía si Valeria estaba bien, o dónde podría estar ahora.
Con esa