Colgué el teléfono y miré a Luciana, diciendo: —¡Tenemos que regresar a la empresa!
Ana extendió sus brazos de inmediato para tomar al niño y nos acompañó hacia afuera. Al ver que nos íbamos, el pequeño comenzó a llorar con el labio inferior temblando.
No tuve más remedio que consolarlo por un buen rato hasta que finalmente nos sonrió a ambos, y no fue hasta que Ana lo arrulló hasta dormir que Luciana y yo nos dimos la vuelta para regresar a la empresa.
Fui directamente a la oficina de Teo, quien me relató las ideas de Andrés. Lo miré y pregunté: —¿Entonces, cree que deberíamos aceptar esta colaboración?
Teo reflexionó un momento y me respondió: —No hay prisa, esperemos a que nos entregue la documentación relevante antes de decidir. Si la propuesta de colaboración es adecuada, entonces podremos aceptarla.
Respiré aliviado y dije sonriendo: —Parece que estamos de acuerdo.
—¿A qué opinión se refiere?— me preguntó Teo.
Rápidamente le repetí lo que Rafael me había dicho por teléfono. Teo,