Vi que Mariana ya estaba detrás de Patricia. Instintivamente, retrocedí un paso y moderé mi expresión antes de dirigirme a Patricia con un tono ligero: —Está bien, ¡gracias por tu advertencia!
Estaba segura de que cualquiera que no conociera los detalles pensaría que había interrumpido nuestra conversación a propósito.
Patricia parecía confundida por mi reacción, y luego me miró fríamente, diciendo: —¡No digas que no te advertí! Cuídate.
Con una mirada agradecida, le respondí: —Está bien, no necesitas decir más. ¡Entiendo! Gracias, Patricia. Tendré cuidado.
Luego me dirigí a Mariana: —¡Señorita Quintana, ya llegaste!
Patricia se giró bruscamente hacia Mariana, sorprendida, y le preguntó: —¿No te pedí que me esperaras en el restaurante? ¿Ya terminaste de comer?
Noté cómo los ojos de Mariana se fijaban en Patricia con una mezcla de interrogación y severidad. —¿De qué estaban hablando?— preguntó Mariana.
Patricia parecía un poco alterada y me echó una mirada antes de responder: —No estába