Luciana fijó su mirada en un punto distante, permaneciendo así por un largo tiempo antes de hablar suavemente.
—Antes de que su esposa falleciera, me llamó. Tomó mi mano y la puso en la de Igino. Luego, le dijo a Igino que, después de su muerte, esperaba que él se casara conmigo. También dijo que el hecho de que ella estuviera enferma y en cama durante tantos años no era para impedir que Igino y yo estuviéramos juntos, y que esperaba que Igino no defraudara mis sentimientos por él.
La voz de Luciana era ronca, impregnada de desesperación.
Estaba algo preocupada.
—También dijo que la casa y los ahorros actuales debían quedarse para su hijo, y esperaba que no me molestara. Admitió que era un acto de egoísmo por su parte, y que después de su muerte, Igino podría casarse conmigo. Desde ese momento, ella ya no tendría poder para interferir.
Mirando a Luciana, pensé que esta mujer parecía tener las cosas claras.
—Ella también me entregó una pulsera que la familia Suárez le había dado como re