Después de colgar el teléfono y mirar la hora, me levanté rápidamente, me aseé y bajé las escaleras. Dulcita ya se había ido.
Justo cuando estaba a punto de desayunar, recibí una llamada de Estela, quien me informó que Diana estaba esperándome en la oficina. Le dije rápidamente que estaría allí enseguida.
Cogí mi bolso y me dirigí hacia la salida. En ese momento, mi madre había terminado de llevar a Dulcita a la guardería y ya había regresado del mercado.
Al verme salir, me preguntó: —¿Ya has desayunado?
—No, voy a comer en la empresa. ¡Justo llegó un cliente y voy a comer con ella! —respondí apresuradamente antes de dejar la casa.
Cuando llegué a la oficina, efectivamente Diana estaba esperándome en mi despacho y estaba conversando con Estela. Al entrar, se levantó rápidamente y me saludó de manera agitada, diciendo: —¡Gerente Lara!
Mientras avanzaba hacia ella, sonreí y le pregunté: —¿Has esperado mucho rato? Ayer fue el cumpleaños de mi hija y nos quedamos despiertos hasta tarde, ¡a