Capitulo 5

En la cena de la noche, bajo las luces deslumbrantes, se intercambiaron copas y los invitados disfrutaban de la velada.

ASTRID.

La mente humana olvida.

Es un mecanismo de defensa, un proceso de curación y una necesidad de impulsarse.

«No soy de las que olvidan»

Tengo archivos y archivos de archivos almacenados ordenadamente en mi cerebro con etiquetas de nombres y recuerdos desagradables.

Pero incluso yo he caído presa de la necesidad de la mente de seguir adelante. Incluso yo he empezado a desdibujar el hedor del infierno de mi matrimonio y todo lo que ocurrió entre sus paredes.

He vivido los últimos dos años de mi vida mirando por encima del hombro, contando los días del calendario y, más tarde, emborrachándome en una tumba.

He vivido dos años, sobreviviendo. Y ahora es mi momento.

Tras una ronda insoportable de charlas, subo las escaleras hacia donde vi que se dirigía mi objetivo.

Mark Donatello.

Me detengo al doblar la esquina cuando veo a dos hombres musculosos que escudriñan la zona con los ojos totalmente devotos de la humanidad. En mi línea de trabajo, veo gente como ellos todo el tiempo. Hombres que están lejos que se deterioran hasta la categoría de animales.

Y lo peor es que se sienten totalmente cómodos así.

Detrás de toda la pompa y lujoso mundo del entretenimiento. Hay mujeres y hombres que sacrificarían sus más altos valores por conseguir un patrocinio. Y son estos hombres quienes tienen el poder, son quienes deciden que tan famoso puedes llegar a ser, que tan lejos puedes llegar y que tan alto puedes soñar.

Mi objetivo sale del baño, con un aspecto refinado en su traje italiano de tres piezas hecho a mano y zapatos de cuero a juego.

Se mueve con la seguridad de un hombre que es consciente de que el mundo está al alcance de su mano y las personas son meros recipientes a su disposición.

En cuanto dobla la esquina, finjo tropezar y derramar mi copa de champán medio llena sobre su caro traje.

Un destello de movimiento es todo el aviso que recibo antes de que me estrellen contra la pared más cercana, con las dos manos bloqueadas en la espalda. La copa de champán cae el suelo y mi cara se aprieta contra la superficie. Aunque estaba preparada para una reacción así, no firme para que magullaran mi rostro.

—Lo siento, no era mi intención — digo con la voz medio apagada, pero mis palabras no van dirigidas al guardia que me está empotrando la cabeza contra la pared.

Son para el hombre que ni siquiera ha mirado su ropa mojada y me observa con una atención desconcertante.

—Yo pagaré la tintorería — ofrezco, mi voz aún tranquila, considerando mi situación.

Me han maltratado innumerables veces, pero ni una sola vez me he acobardado como un gatito asustado. Sin embargo, me sigue poniendo de los nervios.

Pillo a mi objetivo desviando la guardia y me suelta con no demasiada delicadeza dejando lo que seguro será un moretón en mis muñecas.

Que luego cubriré con maquillaje. Pequeños sacrificios.

Me doy la vuelta y me encuentro cara a cara con nada menos que Mark Donatello.

Uno de los cinco grandes en la industria del entretenimiento.

La décima generación de un linaje de grandes empresarios que han dirigido la cabeza de grandes proyectos, casi durante un siglo.

Tiene una calma aterradora, una belleza envuelta por el hedor de la decadencia del dinero podrido.

Es un golpe de oscuridad. Cabello negro, ojos oscuros y una expresión sombría que podría usarse como arma letal.

—Lo siento de verdad — cuido mi tono ligero, haciendo una mueca de dolor al ver su chaqueta empapada.

—No, no lo sientes — habla con un toque de acento italiano refinado, como de aristocracia. — Hiciste eso para llamar mi atención, y lo conseguiste a costa de mi ropa que vale más que venderte en el mercado negro de partes del cuerpo. Así que, ¿Qué tal si vas directo al grano y me dices por qué quieres mi atención? Piénsalo bien, porque de la respuesta depende tu sustento y tu próxima dirección de envío.

Trago saliva, dándome cuenta de que quizás he mordido más de lo que puedo masticar. Pero no planeo echarme atrás. Mis posibilidades de llevar mi carrera a otro nivel dependen de ello.

—Mi nombre es Astrid Anderson, y me quieres en tu compañía.

Levanta una ceja —¿Y qué te hace creer que te estoy contratando?

—Nada, pero deberías hacerlo.

—Explícate, y hazlo rápido y convincente. Tu código postal está cambiando mientras hablamos.

Levanto la barbilla, adoptando mi voz convincente — Tu empresa es una de las tres con más proyección actualmente en el área de entretenimiento, y aunque dispones de una línea de actrices de primera categoría. Necesitas una cara fresca, jovial, y que sea popular dentro del público juvenil. Es una apuesta segura para tus ingresos.

—Puedo conseguir más como tú.

—Eso es cierto, pero es más rentable cuando esa inversión ya tiene una carrera que la respalde. Generalmente, estos son actores y actrices maduros, yo he conseguido lo que ellos, en solo dos años.

—Veo que has venido preparada.

—He hecho más que eso, y estoy segura de que puedo triplicar tus ingresos en máximo dos meses.

—¿Y?

—¿Y qué?

—El truco, señorita Anderson. ¿Cuál es?

—Cuatro veces mi salario estándar y el 20 % por publicidad que haga para ti.

Hace una pausa — Pensé que estaba buscando impulsar su carrera.

—Puede que sea así, pero es una realidad que usted se beneficiara más que yo.

—Doble.

—Triple.

—Doble y diez por ciento de ganancias publicitarias.

—Doble y 15 %.

Hace una pausa en eso — ¿Tienes algún título en derecho?

—No, pero conozco un poco.

Levanta una ceja mientras lo piensa.

—Dame una oportunidad y no te decepcionarás.

—Más vale que no sea así o firmaré personalmente el certificado de defunción de tu carrera.

—¿Significa que me darás una oportunidad?

—Lo haré, después de que me acompañes durante esta velada.

—Gracias — me acerco a él para estrecharle la mano, pero una vez se me corta la respiración.

Su guardia es un cabrón que me empuja de nuevo contra la pared.

—No tienes permitido acercarte al jefe.

«Uch. ¿Es idiota? No escucho que su jefe me pido acompañarlo el resto de la noche. ¿Cómo se supone que lo haga?»

—Lo tengo… — murmuro para librarme de su agarre.

Espero que Mark le llame la atención, pero el peso del guardia desaparece de mi espalda en un súbito soplo de aire.

Me doy la vuelta y encuentro al guardia en el suelo, agarrándose la nariz que sangra. Sobre él está el diablo residente de mi infierno, con su característico traje negro hecho a medida, zapatos hechos a mano y una expresión propia de un animal hambriento de sangre.

Me pregunto si este es su verdadera naturaleza.

Un señor oscuro con sed de violencia.

El guardia se pone de pie, levantando el puño. El otro guardia rastrilla una pistola y la pone en la nuca de King.

O este hombre no tiene ninguna consideración por su vida o está mucho más loco de lo que pensaba, porque se limita a sonreír con aire de jefe rebelde de los bajos fondos.

—Ahora bien, yo no soy machista y no quiero sonar trillado, pero ¿No debería estar mal visto el uso de la violencia contra una mujer indefensa?

Eso es todo.

Este hombre está loco. ¿O qué diablos sucede con él? Además, ¿qué hace aquí?

—James — saludo Mark con un movimiento de cabeza a sus guardias.

—Mark.

Los hombres se retiran rápidamente al lado de su jefe, y un suspiro sale de mis pulmones. Hijos

Espera…

Miro fijamente entre ellos — ¿Ustedes… se conocen?

Suponía que estaba a unos segundos de presenciar cómo le volaban la cabeza a King, pero resulta que son conocidos. ¿Cómo no serlos? Ambos están hechos del mismo molde, se mueven en los mismos círculos y son igual de hijos de puta.

—Nuestros padres eran amigos que tenían la costumbre de compararnos — King sonríe — A Mark le gustan las pistolas porque era pésimo con todos los demás juguetes, incluidas las mujeres.

—Y, sin embargo, tu mujer vino a pedirme trabajo.

—No soy su mujer.

—No es mi mujer — dice al mismo tiempo y nos miramos fijamente.

De frente.

«Maldito sea este imbécil y cualquier vudú para quitarme la energía»

Siempre que estaba en su órbita, me costaba todo lo que hay en mí para mantener el control. Pero ya no más, no y no. No soy la misma Astrid, la tonta, la que siempre esperaba migajas de amor. No, ya ella murió. Murió esa noche…

Los labios de Mark se levantan en las comisuras como un gato que ha encontrado un ratón — La dejo entonces. Hasta mañana señorita Anderson.

—Verás mi cargo por agresión mañana, hijo de puta — le informa King.

Mark se limita a sonreír mientras se da la vuelta y se marcha acompañado de sus guardias.

En cuanto desaparecen, me abalanzo sobre King hasta quedar frente a frente con él — ¿Qué demonios fue todo eso?

Me mira fijamente con una ceja arqueada, canalizando un magnífico villano de moral negra — Es tu forma de decir gracias por salvarme, ¿Qué puedo hacer para mostrar mi gratitud?

—¿Gratitud?, gratitud mi trasero. ¿Quién te dijo que tenía problemas? ¿No fui clara contigo? Además, lo estaba haciendo bien.

—Claramente, a juzgar por tu anterior expresión de dolor, parecías una puta fingiendo un orgasmo.

—¡Ja! Tú debes estar al tanto, teniendo en cuenta todas las putas que tuvieron que fingir un orgasmo para acariciar tu ego del tamaño de la tierra.

—No me follo a las putas; se llaman acompañantes. Y créeme, ninguna de ellas ha tenido que fingir un orgasmo.

—Me sorprendería que fuera así, viendo tus tendencias egoístas y narcisistas.

—¿Vamos a fingir que no te di más orgasmos de los que podrías contar la noche que nos divorciamos?

El calor de mi cuerpo sube un poco a pesar de mí misma y hablo de manera presuntuosa para camuflar mi reacción — Lo único que recuerdo de esa noche es haberme ido tan pronto te quedaste dormido. Supongo que tus habilidades para dar orgasmos son así de olvidables.

—Mentirosa — su voz baja a un tenor más grave y juro que puedo sentir su vibración en mi piel antes de que se asiente en la base de mi estómago — Puedes hacer creer a todo el mundo que lo has olvidado, pero esta es la cuestión. No pertenezco a la lista de engañados sin esfuerzo, princesa.

—No me llames así. No soy tu princesa. — odio que mi corazón palpite tan fuerte que pueda escuchar los latidos en mi oído.

—¿Prefieres que te etiquete como arpía?

—Prefiero mi nombre de pila.

—Es demasiado soso para que lo recuerde.

¿Alguien te ha dicho que eres un idiota?

—¿En la última hora? Dos veces. Y antes de que preguntes, no. Por mucho que aprecie tu especial atención a mi polla, me temo que está cerrada para los negocios cuando se trata de ti.

—Es curioso. Recuerdo que estaba tan abierto al negocio que te dormiste con él dentro de mí.

Él sonríe y me maldigo internamente.

—Pensé que no te acordabas.

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