- ¿Nosotros necesitamos? - Me hice ignorante.
- Tú sabes que sí. – Hablaba en serio.
- ¿Quieres... Entrar en la habitación que te pertenece y tener nuestra conversación aquí? —resoplé, incapaz de contenerme.
- Mejor no... Melody puede oírnos.
- ¿Qué tienes que decirme que mi hija no pueda oír? ¿Tienes la intención de jurarme? Algo que me ofende... ¿O la ofende a ella? ¿O tal vez algo sobre su padre?
- Sabrina, no pongas las cosas más difíciles. Estoy tratando de hacer que todo funcione.
- ¿Lo juras?
- Sabrina, me quedaré con ella, no te preocupes. - Yuna me tranquilizó.
Me encontré cerrando la puerta y siguiéndolo por el pasillo estrecho y tenuemente iluminado debido a la tenue luz natural de la calle.
Entramos en la pequeña habitación de arriba y cerró la puerta. En años, casi nada había cambiado en esa casa. Y ese lugar, en particular, olía a algo antiguo ya un ambiente que había estado cerrado por mucho tiempo.
Los sofás blancos, después de tanto tiempo, tenían un color más beige.