Cira frunció el ceño, sin saber si era la atención de la señora Vega o la idea de Carlos.
Este tema era demasiado peligroso. La mirada de Cira se desvió y le dijo: —Tía, no entiendo muy bien lo que quiere decir, pero creo que las personas no pueden quedarse siempre igual. También quiero salir y explorar. Ustedes me han tratado como a una hija, pero los polluelos crecen y al final deben dejar el nido de sus padres para construir el suyo propio. ¿No es así?
Ella jugó la carta emocional, llevándola suavemente a través de ese tema delicado.
Cira habló con cuidado, y la señora solo pudo decir: —Tomemos té. —no mencionó más el asunto.
Cira sintió que no era apropiado quedarse mucho tiempo. Después de terminar su té, dejó la taza y dijo: —Ya es tarde, tía, deberías descansar. Me voy primero.
La señora le dijo: —Carlos está en el estudio del segundo piso. Sube y despídete de él. Este polluelo no sabe cuándo volverá para verlo.
Eso era lo correcto.
Cira el preguntó: —¿Dónde está el estudio?
—Su