CAPÍTULO 2: NECESITO UNA ESPOSA

Lucian

—Mi señor, es hora de salir a recibir a los invitados.

Le respondo a mi lacayo con un gruñido. De ser por mí, no habría venido a esta ridícula fiesta, pero los lobos Alfa del pueblo de Grimstan insistieron, no pude negarme.

El lobo me mira con temor, agacha la cabeza y se aleja en silencio. Este es mi día a día, es mi condena, que todos me miren como si estuviera a punto de arrancarles la cabeza; y quizá no estén tan equivocados, a veces eso es todo lo que quiero hacer.

Sorin, el viejo lobo de la manada y también mi Beta más cercano, camina hasta quedar frente a mí; es el único que se atreve a hacerlo sin que le tiemble la voz.

—Alfa Lucian, entre más lo demore, peor será, mejor apresurémonos, así podremos regresar a Dunwic más pronto.

—Muy bien, terminemos con esto.

—Oh, y trate de ser más amable, quizá aquí pueda encontrar a una esposa.

Vuelvo a gruñirle con fastidio. Ya me he resignado, ninguna mujer loba es lo suficientemente fuerte como para aguantar mi presencia, además, mi aspecto de bestia les resulta repulsivo.

—Olvida eso Sorin, sabes que no puedo tener una mate.

—Pero ninguno de ellos sabe eso, una esposa puede darle un aspecto más… dócil, así le temerían menos.

Bufo con desdén. ¿Y yo para qué quiero verme más dócil? Gracias a la maldición que me atañe desde que tengo memoria, soy el rey más poderoso de todos los reinos que existen en esta tierra. Todas las criaturas sobrenaturales están bajo mi mando, y todas me rinden pleitesía. Con mi gran ejército de hombres lobo, no hay manada ni criatura que intente hacerme frente; ni siquiera las brujas.

—Lo consideraré, ahora, abre la puerta —ordeno.

Sorin hace lo que le digo. Ingreso al salón donde un gran grupo de lobos y lobas me reciben con una reverencia. No hay ni uno que se atreva a alzar la cabeza y encontrarse con la intensidad de mi mirada. Ninguno, excepto por una diminuta mujer que tiene su vista fija en mí como si yo fuese cualquier cosa.

La pequeña chica levanta su mirada y sus ojos se cruzan con los míos por un breve instante.

He visto muchas mujeres lobo en mi vida, pero sin duda, nunca había visto a una como ella. La pobre chica parece un papel tembloroso y pálido. Agacha la mirada cuando se da cuenta de que la estoy viendo y pretende que no ha hecho una gran transgresión.

Los Alfas de las manadas me saludan, pero yo estoy mucho más intrigado en esta chica. Hace tantos años que nadie despertaba mi interés de esta forma, que no puedo evitar acercarme y ver de quién se trata. Quiero saber quién es la chica misteriosa que se atreve a mirar a los ojos a su rey.

—¿De quién es esta loba?

De inmediato el Alfa de la familia Kindred se pone delante de mí y agacha la cabeza.

—Es mía, Alfa Lucian, ¿lo ha ofendido de alguna manera?

Yo no diría que me ha ofendido, más bien, me intriga descubrir de dónde viene tal acto de valentía, o estupidez.

La chica tiembla y no levanta la cabeza ni responde ante mi voz, debe estar luchando en su interior por no ceder e hincarse ante mí.

—Debería enseñarles a sus omegas a no levantar la cabeza en presencia del rey.

—Mil disculpas Alfa Lucian, de inmediato la castigaré para que aprenda.

Enseguida el lobo la sujeta con brusquedad para golpearla. Detengo su mano en el aire, impidiendo que le haga daño.

—No es necesario, por esta noche, me siento generoso.

Poso con delicadeza una de mis garras en su mentón, obligándola a mirarme. La loba parece nerviosa, pero lejos de apartar los ojos hacia otro lado, me sostiene la mirada todo el tiempo que la retengo así. Es la primera vez que una mujer hace eso conmigo, las demás siempre huyen, gritan, algunas incluso suplican que las mate. Sonrío ligeramente, aunque lo más seguro es que ese intento de sonrisa se vea como una mueca extraña y torcida.

Esta loba me parece interesante. Quizá pueda añadirla a mis adquisiciones, quiero descubrir si es tan valiente como aparenta.

Regreso a mi trono y tomo asiento, pero no aparto la mirada de ella en ningún momento.

—Que inicie la fiesta.

Ante mis palabras, la música vuelve a sonar en el salón, los lobos se dispersan y dejan ir su atención de la omega, a excepción del Alfa, que parece muy disgustado por lo que acaba de pasar.

A los pocos minutos cada Alfa de su manada trae ante mí el regalo que me ofrecen. Algunos solo dejan objetos de valor; otros, artefactos mágicos valiosos que obtuvieron en la antigua guerra de las razas; sin embargo, algunos Alfas son más osados y se atreven a entregarme a los omegas que les estorban.

Después de un rato me siento hastiado con tanta formalidad. Me pongo de pie, causando que los invitados se sobresalten.

—Continúen, por favor —les digo de forma amable.

Avanzo por el salón, casi puedo olfatear el miedo en cada uno de ellos, ninguno representa realmente un desafío para mí, excepto en la luna llena.

Es irónico, no lo negaré. El lobo más poderoso de todos, pero nunca se ha dejado ver en luna llena. Me he encargado de llenar las historias de leyendas sobre lo poderoso y aterrador que soy esas noches, pero la verdad es que es mi momento más vulnerable.

El Alfa de antes está reunido con otro más, conversan entre risas, mientras que la chica que me miró antes anda por ahí sirviendo bebidas.

—Rey Lucian, esperamos que se sienta complacido —habla uno de ellos. Si mal no recuerdo, es de la manada Holloway.

—Por supuesto, aunque lo estaría más si alguien me ofreciera una esposa —bromeo.

Ninguno de ellos se ríe, pero el Alfa Thorne Kindred se da cuenta de que he vuelto a mirar a la chica.

—¿De verdad está buscando esposa? Yo creí que esperaría a su mate —comenta Thorne.

—Los mates son cosas del pasado, tradiciones antiguas que deberían desecharse —respondo.

Ellos se asombran de mis palabras, pero no se atreven a contradecirme.

—Bueno, ciertamente, yo me volví a casar después de la muerte de mi mate —asegura con una risa incómoda—, pero lo hice por el bien de la manada.

—Yo le ofrecería una, Alfa Lucian, pero lamentablemente todas las lobas de mi manada están emparejadas —dice Holloway.

—Mmm, yo podría ofrecerle a alguien: mi hija —dice el Alfa Thorne.

En seguida el otro lo mira con consternación, como si hubiera dicho un sacrilegio.

»Tranquilo, no me refiero a Nyssa. Hablo de mi otra hija, la primogénita. Su nombre es Alina.

Ni bien él menciona su nombre, la chica de la servidumbre levanta la cabeza y se acerca a nosotros, pensando que la han llamado.

—¿Sí, Alfa?

—¿Ella? ¿Eso es lo que le ofreces a tu rey? Me decepciona Alfa Thorne. Creería que tendrías algo mejor que una omega para ofrecerle a tu rey.

La chica no me mira, sigue con la cabeza gacha, sumisa y temblorosa. El Alfa Thorne también agacha la cabeza y suspira con una ligera decepción. Dudo mucho que cualquier padre normal sea capaz de ofrecer a su hija como esposa para mí, realmente debe odiarla demasiado; si es que ha escuchado las historias de mis intentos de concubinas.

—Lo lamento mi señor, no he querido ofenderlo de ninguna manera. Tiene toda la razón ella es…

Levanto la mano para detener su palabrería, odio a los lobos que intentan besar mis pies como adoradores sin cerebro. Lo miro con severidad y de pronto puedo sentir la tensión que se ha formado en la sala, como si estuviesen esperando que lo mate aquí mismo.

—¿Por qué es una omega si es tu hija primogénita?

—Ah… pues… es que ella es la más débil de la manada —explica con voz titubeante. No sé si me convence del todo esa explicación, ella no debería ser débil y, sobre todo, no debería ser una omega.

—¿Eso es cierto, niña? —cuestiono mirando a Alina.

Ella levanta la cabeza y me vuelve a mirar. Ya van tres veces en una sola noche. Definitivamente necesito a esta mujer en mi palacio, así sea para que me entretenga en el tormento eterno de mi maldición.

—Sí —responde en un susurro.

—Alfa Lucian, seguramente habrá otras lobas más apropiadas para usted —dice Thorne.

—No, la quiero a ella.

Alina abre los ojos con asombro, agacha la mirada otra vez y su cuerpo se estremece, parece que está a punto de llorar. Creo que me equivoqué, quizá no es tan valiente como pensé en un principio.

—¿A ella? —pregunta con incredulidad.

—Sí. ¡Sorin! Alista a esta loba, me la llevaré esta misma noche al castillo.

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