Capítulo 47

La alfombra roja, la cortina roja, los tapices rojos, la ventana, el mueble de caoba, el armario, la cama, las sábanas, la alfombra roja, la cortina roja, los tapices rojos, la ventana, el mueble de caoba, el armario, la cama, las sábanas, la cortina, la alfombra, el armario, las sábanas, la sangre… El hilo que unía sus recuerdos a lo que veía se rompió de golpe cuando él, mirándola con cautela e imaginando todo lo que estaba pasando por su cabeza, separó las sábanas y se metió debajo, vestido con la ropa más cómoda que había encontrado.

-Ven, princesa- dijo con cautela, mirándola como si se esforzara por prever su reacción.

Amira, de pie junto a la puerta, inmóvil, lo observaba todo con una expresión extraña, con una mirada en blanco que parecía desconectada del mundo. Negó con la cabeza, incapaz de procesar las cosas.

-No voy a dormir aquí- respondió, sin dejar de negar con la cabeza.

-D’Ándalan está muerto…

-Puedo dormir en la habitación de

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