—No le veo nada de gracia —ruedo los ojos pero al intentar salir me detiene—. ¿Qué quieres?
—Tienes razón, guardo muchos secretos, mismos que estoy dispuesto a contarte —me toma de la mano y nos acercamos a la enorme ventana, recorre las cortinas y salimos a un balcón, rodea mi cintura y siento como una corriente eléctrica recorre cada una de mis células al abrazarme por detrás—. Mientras te cuento la verdad quiero que observes la Luna y que no intentes juzgarme o encontrar sentido alguno en donde no lo hay.
—¿Estás loco? —intento decir pero me muerde delicadamente la oreja haciendo que callara.
—Escucha... —su respiración comienza a estabilizarse siendo un