Eran las diez de la mañana y todavía no había tenido el valor de bajar a desayunar, después de varios avisos por parte de mi primo, de mi mejor amiga y hasta de mi tía, decidí de mala gana que no tenía apetito, hasta ahora. En mi mente repaso la noche anterior y siento deseos de salir corriendo y abrazar a Edwin. O al menos eso es lo que imaginaba, nunca pensé que Damon fuera esa clase de chico, y mucho menos que mintiera con algo tan importante para mí. Cierro los ojos unos segundos más con la esperanza de quedar dormida pero al final mis suplicas mentales no surten efecto alguno sobre mi cuerpo.
NOCHE
Los latidos de mi corazón se aceleran poco a poco y solo intentaba no pensar en lo ocurrido, mi alma estaba rota.