Emilio durmió acunando a Gabriela entre sus brazos, nunca antes había dormido como lo hizo con su esposa pegada a su cuerpo sintiendo el calor y el dulce aroma que emana esa pequeña flor en sus manos; ahora se sentía completo, no quería dejar ir a esa pequeña que se estaba convirtiendo en parte de él en apenas días, pero sintió la necesidad de levantarse a media mañana, tenía unos encargos que hacer y eso le preocupaba.
«Nunca te dejaré, Gabriela» prometió mientras besaba su frente.
Tomó una ducha, y tratando de hacer el menor ruido posible para no despertar a su amada, se alistó, como siempre usando ropa negra, su color favorito.
Al momento de agarrar su teléfono móvil vio v