30. Dolorosa decepción
El viento golpeaba las ventanas de la cabaña con un murmullo constante. Afuera, la lluvia caía en finas hebras que se deslizaban por los cristales, y dentro, el calor del hogar parecía un refugio.
Skyler había salido temprano a una reunión de inversionistas; debía cerrar la adquisición de una nueva propiedad para su cadena de galerías, y confiaba en que las niñas pasarían el día tranquilas con Becca, la asistente que a menudo las cuidaba.
Pero Isabella no podía concentrarse en los deberes escolares. Su mente no dejaba de girar alrededor de la misma idea: tenemos que saber la verdad.
—¿Y si buscamos algo que nos diga quién es nuestro papá? Si vemos el nombre, podríamos confirmar nuestras sospechas —susurró a Mercy, que pintaba sobre el suelo con crayones.
Mercy alzó la vista, dudosa.
—Mami se enojará si tocamos sus cosas.
—Solo vamos a mirar —insistió Isabella—. No vamos a romper nada.
Rowan, que jugaba con sus muñecas, levantó la cabeza con curiosidad.
—¿Mirar qué?
Isabella