Ares Miller.
Estacioné el auto, miré la hora, y noté que ya iban a ser las seis de la mañana, así que tuve que restregar mis ojos, tomar un arma para ponerla debajo de mi sudadera.
Di largas zancadas para legar al bar, y sentí que caí de nuevo en la media noche, cuando un ambiente con olor a licor caro, y a cuero invadió mis fosas nasales.
Y no fue difícil divisar al maldit* de Rausing.
Me senté en la mesa y palmeé su espalda, mientras su sonrisa se abrió en su cara.
—William… ¿Qué podía imaginarme que mi socio sería mi compañero de copas?
Rausing tomó una botella casi nueva, y me sirvió en un pequeño vaso.
Lo tomé de golpe, y lo insté a que él bebiera mucho.
—¿Qué ha pasado con el niño? —él negó haciendo un puño y golpeando la mesa.
—Nada… esos hijos de put@, no responden… —mi mandíbula se apretó.
—¿Y qué harás?
Rausing me miró, y serví otro trago con prisa.
—¿Sabes? Ella piensa que no sufro con esta situación…
—¿Quién?
—Amelia…
—No creo que lo piense… se trata de tu hi