C83- VÍNCULO RECONOCIDO.DARIUS.El aire olía a tormenta y sangre.Mis puños ya estaban cerrados antes de siquiera acercarme a Liona. La vi ahí, temblando, sus ojos brillando como luna partida en dos. Cada lágrima que rodaba por su cara me quemaba más que cualquier herida.—Darius, por favor— su voz sonó quebrada, como si ya me estuviera perdiendo. ―No lo hagas…Le agarré la cara entre mis manos, ásperas de tanto pelear. Sentí el temblor de su piel bajo mis dedos.—Mírame— le ordené, bajando la voz hasta que casi fue un rugido—. ¿Ves miedo en mí?Ella negó, pero sus uñas se clavaron en mis brazos como si pudiera retenerme ahí.—Gideon te va a matar— susurró.Una risa ronca me salió del pecho.—Ese bastardo rubio puede intentarlo. Pero no hoy, mi luna. Hoy gano.El beso que le di fue corto, duro. Un sello de promesa. Su sabor a miel y lágrimas se me quedó en los labios cuando me aparté.—¡Qué patético!— la voz de Gideon cortó el aire como cuchillo en carne viva. Se paseaba como si ya h
C84- TIENES QUE HABLAR.LIONA.Respiré hondo tres veces antes de levantar el puño. El sonido de mis nudillos golpeando la madera resonó como un disparo en el silencio del pasillo.—Pasa— la voz de Gideon sonó ronca desde dentro.Al abrir la puerta, el olor a hierbas medicinales y sangre vieja me golpeó. Gideon estaba recostado en la cama, vendajes blancos envolviendo su torso y brazo derecho. A pesar de todo, seguía teniendo esa presencia... esa fuerza que siempre lo hizo parecer más grande de lo que era.—Me... mandaste a llamar— dije, quedándome junto a la puerta. Mis dedos se retorcieron solos.Él señaló el sillón junto a la cama con un movimiento de barbilla.Me senté al borde, como si el mueble pudiera quemarme. No sabía por dónde empezar. Cada palabra que se me ocurría sonaba falsa o cruel.Pero Gideon resolvió el problema por mí.—Te libero del compromiso— dijo abruptamente, clavando esos ojos verdes en los míos.El aire se me atascó en los pulmones.—¿Qué?—Perdí. Darius me de
C85- ELLA ESTÁ VIVA.—Voy a matarlo —pensé mientras me ponía de pie, con el corazón latiendo como un tambor furioso en mi pecho.Caminé de un lado a otro, sintiendo la necesidad de despedazarlo todo a mi alrededor. La decepción me quemaba por dentro; mi beta, el hombre en quien confiaba, había sido capaz de hacerle semejante crueldad a mi hermana.También sentía una culpa aplastante por no haber podido protegerla, por haberla juzgado, y ahora, la pérdida de ese bebé pesaba en mi conciencia como si fuera mi culpa.Miré a Susan, que ahora abrazaba a Liona. Y ver a mi hermana así me apretaba el corazón.Tragando con dificultad, me acerqué a ella.—Debiste confiar en mí, Susan... debiste... —comencé, pero me detuve al ver sus lágrimas. Maldije por lo bajo y fui hacia ella—. Estoy aquí, hermana —dije suavemente—, y te juro que ese infeliz va a pagar lo que hizo. —Le besé el cabello—. Lo prometo.La abracé con fuerza mientras miraba a Liona, quien me devolvió una mirada llena de determinaci
C86- ERAMOS UNO SOLO.LIONA.El ambiente en la manada era festivo. Susan y Zander estaban oficialmente juntos, el lobo más anciano había oficiado la ceremonia. Mi amiga reía y besaba a Zander, mostrando un amor tan puro que me llenaba de alegría. Ella merecía esa oportunidad, y la diosa se la había concedido.De repente, sentí la mano de Darius sobre la mía, sacándome de mis pensamientos.—¿Qué ocupa tu mente, mi amor? —me preguntó.Reí y luego vi a uno de nuestros hijos jalando el cabello de su padre, sonriendo. Era nuestra pequeña lobita, la que había conquistado su corazón.—Nada, solo estoy feliz por Susan... ella... ha sufrido tanto.Darius endureció por un instante su mirada al ver a su hermana.—Me siento culpable, si hubiera sabido...—No es tu culpa... Susan estuvo enamorada toda su vida de Nico y él... él no debió aprovecharse de eso... el único culpable es él.Darius asintió.—Sí, pero... ese infeliz fue quien me aconsejó que... que enviara a Susan aquí... que arreglara el
C87- LA NOCHE DEL ATAQUE.DARIUS.Ahí estaba yo, en medio de la celebración más importante de mi vida, cuando el aire se volvió denso y un olor a hierbas quemadas me hizo fruncir el ceño. Una figura encapuchada emergió de las sombras, y mi instinto de protección se activó al instante. Me puse delante de Liona, asegurándome de que nuestros hijos estuvieran a salvo.Cuando la figura levantó la capucha, reconocí al anciano brujo de mi manada: Vexis. Mi estómago se contrajo con una sensación de que lo que venía no sería nada bueno, pero sabía que debía escucharlo.—¿Vexis? ¿Qué haces aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma.Él sonrió, una sonrisa que no prometía nada bueno.—Tengo la respuesta, Darius. Aunque ya has asumido el vínculo con tu compañera, ¿no te gustaría saber qué es lo que te hizo Serena?El nombre de Serena era como una daga en mi pecho. La tensión en el aire era palpable, pero asentí. Quería saber, necesitaba saber.Así que nos reunimos en un salón del castillo: Li
C88-TRAICIÓN.En el claro donde se reunía la manada, el aire estaba cargado de muerte, humo y el amargo sabor de la incertidumbre. Las hogueras crepitaban con restos de lo que antes fueron hogares.Ahora habia sangre, ceniza, soledad.Los miembros de la manada estaban reunidos y el Consejo de Ancianos —seis lobos de pelaje plateado y miradas afiladas— observaban a todos desde lo alto de la roca del juicio.Entre ellos, Thalon, el más viejo, el que había visto caer y alzarse generaciones, sostenía su bastón de roble negro con ambas manos. Esperaba.Hasta que habló ella.Serena.La Luna de la manada.Su silueta blanca, su andar lento, su vientre ya un poco abultado. Todo en ella gritaba fragilidad, devoción…y mentira.—Yo... —empezó con voz trémula, tragando saliva como si le costara cada palabra—. No quería hablar, lo juro por la Diosa. Yo... he intentado mantener la paz. Ser fuerte para ustedes. Para él.Su mirada recorrió los rostros de la manada, deteniéndose un segundo más en los m
C89-HEREDERO DEL ALFA.Los ojos de la manada aún no podían apartarse de Nico. De sus palabras. De la verdad que acababa de romper el aire como un aullido maldito."Soy su sangre también."Serena se mantuvo inmóvil. Una estatua hermosa y blanca… pero con grietas invisibles que comenzaban a desmoronarse por dentro.«Hijo de perra… hijo de perra bastardo...»Su mente rugía, se revolvía, maldecía con cada fibra de su alma.«¿Cómo se atrevía? ¿Cómo?»Ella lo había calculado todo.Había llorado frente a los lobos más antiguos.Había velado cadáveres, tocado frentes frías con ternura fingida.Se había arrodillado ante los ancianos, se había sacrificado...Y ahora llegaba él.«¿Quién te dio derecho? ¿Quién te dijo que podías desafiarme?»Pero en el exterior…Sus labios temblaban levemente. Sus ojos estaban húmedos y su expresión era puro desconcierto.—¿Hijo del viejo Alfa...? —murmuró, como si acabara de recibir una daga en el pecho—. Yo… no sabía...Nico la miró desde el círculo con una lige
C90- SANGRE CORONADA, CORAZONES ENVENENADOS.La Luna aún colgaba sobre ellos, alta, pálida, como si fuera testigo de una profecía impura. El círculo no se había roto y el silencio reinaba entre los lobos.El anciano Thalon se adelantó, su bastón golpeando el suelo como un trueno.—La sangre ha hablado. Pero el linaje no es el único que hace a un Alfa. El corazón, el deber, la lealtad… también pesan en la balanza. Por eso... llamaremos a una votación de legitimidad.Serena apretó los dedos bajo su túnica. Cada palabra la hacía hervir por dentro.«¡Maldición! ¡Maldit4 sea esta tradición podrida!»Pero fingió asentir con respeto.Los miembros del Consejo, uno a uno, dieron un paso al frente. Sus ojos cargaban siglos, heridas, guerras.—Darius ha abandonado la manada. —dijo una loba con voz firme—. No solo en cuerpo, también en deber.—Su ausencia costó vidas. —gruñó otro más joven—. No estaba cuando más lo necesitábamos.—Y ahora sabemos por qué. —añadió otro, mirando a Serena—. Prefirió