Mundo ficciónIniciar sesiónEl espejo reflejaba mil pecados y tres momentos de gracia, y por primera vez en mil años, la balanza no me importaba.
Sostuve el artefacto con manos firmes, sin el temblor que había marcado cada encuentro previo con mi propia imagen multiplicada. Las versiones de mí misma se extendían en círculos perfectos, cada rostro familiar portando sus propias heridas, sus propias victorias, sus propias mentiras. Ya no necesitaba catalogarlas ni justificarlas.
La asesina me miraba desde el segundo círculo, sangre seca bajo las uñas, ojos vacíos de remordimiento.
—Te veo —le dije directamente.
No se desvaneció. No protestó. Solo asintió una vez.
La salvadora brillaba cerca del centro, aureola de bondad manchada por las decisiones que no pudo tomar cuando importaba.
—Te reconozco —admití sin amargura.
Sus lágrimas cayeron como lluvia b







