Los cincuenta lobos de la manada Blackwood se lanzaron hacia adelante en una oleada coordinada y ferozmente disciplinada que habría sido impresionante bajo cualquier otra circunstancia, sus cuerpos transformándose a mitad del salto en formas lupinas masivas con pelaje oscuro brillando bajo la luz extraña de los candelabros de cristal, dientes expuestos en gruñidos que resonaban contra las paredes de obsidiana negra mientras se movían como una unidad perfectamente entrenada hacia los tres Alfas Lunares antiguos que esperaban en el centro del salón con expresiones que bordeaban entre el aburrimiento y la diversión cruel.

Habían sido preparados durante años para momentos exactamente como este—proteger a su Alfa contra amenazas que excedían las capacidades normales, trabajar juntos con una sincronización que venía solo d