— Con esta madera será más que suficiente.
— ¿Segura?
— Muy segura, además, no creo que aguantes por más tiempo la carreta — digo apretando su brazo.
Dagan baja la carreta y va por mí.
— ¿Me estás diciendo débil?
— No claro que no, brazos de fideo.
Claro que no eran así, pero el molestarlo era una de mis cosas favoritas, más cuando escuchaba su risa y enarcaba sus cejas.
— Te voy a demostrar que no tengo brazos de fideo.
Me echo a correr pero Dagan es demasiado rápido y ya se encuentra cargándome sobre el hombro.
— ¡Bájame, bájame!
— Te llevaré así todo el camino
— La carreta, menso. — digo entre risas.
Logro soltarme de su agarre, pero me sostiene por las caderas y se queda mirándome tan fijamente que creo que se ha ido por un momento, así que chasqueo los dedos frente a su cara.
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