—¡Por fin regresaste! —exclama, mirándome de pies a cabeza—. ¡Estás más hermosa que nunca!
En cambio él, está demacrado, barbudo, trae el cabello desarreglado, su traje está completamente arrugado y despide un olor a alcohol que no se podría ocultar con nada. Nunca me imaginé encontrarlo en este estado, no queda nada del Tomás que se cuidaba tanto.
Da unos pasos acercándose y pongo mi mano sobre su pecho para detenerlo, al ver sus intenciones.
—¿No estabas trabajando? —pregunto.
—Sí, pero le dije a los vecinos que si llegabas, me lo hicieran saber.
—Tomás, ¿qué te ha pasado? —cuestiono, señalándolo—. Nunca te había visto así.
—Han sido unos días complicados, te he extrañado tanto —responde—. Tenemos que hablar.
—Por supuesto que vamos a hablar —afirmo—. ¿Por qué estás molestando a Eilani? ¿Acaso te volviste loco?
—Déjame invitarte a cenar y responderé todo lo que quieras saber, por favor —Me pide—. Podemos ir a tu restaurante favorito.
—No Tomás, no vamos a socializar.
—