Al llegar a la estación de policía, Alex se apresura a bajar del auto de Ian y corre puertas adentro para encontrarse con su mujer, en su trayecto se encuentra con Soria, quien lo lleva hasta la oficina de Esposito en donde se encontraba la joven caminando de un lado a otro como un animal enjaulado. —Lina —entona al entrar en la oficina y verla en movimiento. —Alex —suspira ella y corre hacía él. Alex la estrecha en sus brazos. Lina esconde su rostro en el pecho de él y Alex hunde su cara en el cuello de ella. —No puedo creer que hayas despertado —susurra, sin dejar de abrazarla. — ¿Qué pasó contigo? —indaga, separándose un poco para observar el rostro magullado de su marido—. ¿Estás bien? Eso hace sonreír a Alex. —No deberías preguntarte yo a ti ¿cómo estás? —entona, acariciando con suavidad el rostro de la joven. —No has contestado —reprende ella. —Estoy bien. Me alegra que estés de vuelta —le dice en voz baja y luego funde sus labios en los de ella con suavidad. Acaricia los labios